El Programa Jefes de Hogar comenzó a gestionarse a principios de 2002, en plena crisis económica del país, para la inclusión social de más de 2 millones de mujeres y hombres. Los beneficiarios debían ser jefe o jefa de hogar y no tener trabajo. También era requisito tener al menos un hijo menor de 18 años que fuera escolar o tener hijos de cualquier edad con discapacidad. Los Jefes se comprometían a trabajar un cupo de horas pactadas en municipios u otras entidades y recibían $150 por mes; la misma cifra que siguen percibiendo ahora. Además hoy los beneficiarios tienen una tarjeta bancaria especial para cobrar el dinero.
