Con la obra consumada y sin el final deseado, la pregunta se cae de madura: ¿Por qué? ¿Por qué San Martín se armó para ascender y terminó de mitad de tabla para abajo, pensando más en la temporada que viene que en la que pasó? Los motivos meramente futbolísticos son varios y sirven para explicar esta gran frustración. De los errores tácticos, la mala preparación física, los problemas internos y las limitaciones de un plantel que careció de ese famoso y célebre salto de calidad.

Con Marini como técnico el equipo pareció una versión doméstica de la selección de Bielsa en las Eliminatorias rumbo al Mundial de hace siete años atrás. Jugaba a mil. Y al igual que el combinado del Loco en el torneo asiático, se cayó a pedazos de golpe una vez que le tomaron la mano al dibujo táctico siempre rígido. Casi fundamentalista por momentos. Con un par de carrileros veloces e inteligentes el planteo del Pomelo quedó en cenizas luego que ese mismo equipo llegó al paraíso en la fecha 14 cuando recibió a Belgrano. La caída 0-1 fue el principio del fin. La salida del ex delantero, derivó en el regreso de Craviotto. Otto siempre fue bien visto por los dirigentes, aunque su preparador físico (Scolari) les había dejado una mala impresión cuando acompañó a la dupla Zaccanti-Sosa. Ese feo antecedente se repitió y la falta de entereza física en una categoría donde el músculo está por arriba de la materia gris resultó decisiva. Encima, Craviotto no supo manejar los problemas internos con Roberval y lo ratificó en la decisión que le costó su salida cuando ´indultó´ al brasilero tras nueve partidos. Con la ilusión agonizando, asumió el Roly y en su función de bombero hizo lo que pudo. Con jugadores en otra cosa y pensando más en julio que ahora, el final, inexorable, tuvo olor a fracaso.