El Consejo Mundial de Boxeo lo coronó en 2012 como el “Rey de todos los tiempos”. El periodista estadounidense David Remnick, ganador del premio Pulitzer en 1994, titulo la mejor biografía sobre su vida como “Rey del Mundo”. La coincidencia no es casual. En lo suyo, el boxeo, eso fue Muhammad Alí, un monarca absoluto. “El más grande”, se autodenominaba.

Quien falleció después de pelear 30 años con el Mal de Parkinson, es un hombre que trascendió a su tiempo no solo por sus logros deportivos. Sino, también por sus triunfos con respecto a la política racial.

Despojado de su condición de campeón mundial de los pesos pesados por negarse a integrar el ejercito que los Estados Unidos envió a combatir a Vietnam. “No iré a la guerra, no mataré vietnamitas, esa gente no me ha hecho nada y no son ellos lo que me llaman negro en forma despectiva”, explicó. Sacrificó los mejores años de su vida deportiva por un ideal. Suspendido entre los 24 y 27 años, volvió al boxeo en 1970 y protagonizó batallas memorables con Frazier, entre otros.

Genio y figura, dijo: “Me conformaría con ser recordado como un gran campeón de boxeo que se hizo predicador y campeón de su pueblo. Y ni siquiera me importaría que la gente se olvidase de lo lindo que era”.
Grande arriba y abajo del ring. “Vanidoso sí, arrogante no. Si dices que eres el mejor y puedes demostrarlo, no es arrogancia”, dijo éste nieto de esclavos que llegó a la cima del mundo.

Fabio Garbi – Diario de Cuyo