Cuando ya se fueron todos los espectadores y las salas de Cinemacenter quedan en total penumbra, los empleados empiezan a recorrer el lugar para confirmar que no haya nadie escondido o durmiendo entre las butacas. Y es entonces, de madrugada, en medio del silencio y cuando menos lo esperan, que en la parte superior de las gradas aparece la figura de una nena, sentada, sin rostro, para luego desaparecer. Nadie sabe de qué se trata, pero como esa presencia ya se les hizo habitual, le pusieron nombre: Carmelita (así se llamaba una empleada de limpieza que la vio por primera vez). Es uno de los fenómenos que los trabajadores del Cinemacenter, del Híper Libertad, cuentan que suelen experimentar y al que no le encuentran explicación, como tampoco la supuesta presencia de la figura de un guardia de seguridad, muy querido por ellos, quien falleció en un accidente de tránsito. Todo sucede al cierre del cine, entre la 1 y las 4 de la mañana (de acuerdo a la programación de películas en cartelera) y DIARIO DE CUYO acompañó a los empleados en esa recorrida final, recogiendo sus relatos.
‘Lo de la nena que se aparece y que los empleados llamaron Carmelita fue de las cosas que más me llamaron la atención cuando empecé a trabajar acá, hace más de dos años. Pero de alguna manera todos en el cine hemos sentido algo raro, un ruido, unos pasos, que no tienen explicación. En lo personal no creo en este tipo de fenómenos, pero como dice el dicho, que los hay, los hay. Acá, me contaron, murió un obrero mientras construían el cine y no sé si es algo que esté relacionado’, expresó Enrique Vidart, gerente de Cinemacenter.
María Eugenia Amarfil es encargada del cine y fue de las primeras empleadas que contrataron, cuando el lugar era manejado por otra empresa. Ella es una de las responsables de cerrar el complejo, todas las madrugadas. ‘Yo pasé por muchas funciones y hace mucho me tocaba llevar el carrito de pochoclos para vender. Una vez, entré a una sala y al girar, vi asomar una cabeza, de alguien chico o de una criatura, por la esquina del pasillo de la rampa. Pensé que alguien se quería colar, así que dejé el carrito y salí a pedirle que se retirara, pero no había nadie. Fui al hall y le pregunté a una compañera, pero me confirmó que ninguna persona había entrado. Nunca supe qué fue eso’, relató.
Pablo González es proyectista y todos los días, cuando termina la última película, desconecta todos los equipos, las luces y deja lista la cabina para la jornada siguiente. Nunca había sentido nada raro, hasta hace unos días. ‘Apagué todo, abrí la puerta para salir y justo cuando estaba por poner un pie en el escalón sentí una voz, de un hombre joven, que me llamaba. Me di vuelta y obviamente no vi nada, si estaba solo como siempre’, afirmó.
Gustavo Illa, en tanto, se quedó helado cuando un compañero de limpieza le contó que vio una sombra que pasó al lado suyo. ‘Él estaba agachado, barriendo en la rampa de una sala, y vio que algo pasaba detrás suyo. Pensó que era un espectador que había vuelto a la sala porque se olvidó algo, pero entonces se dio cuenta que no podía ser, por la hora. Se asomó a mirar a las butacas y no vio absolutamente nada’, contó.
También, todos recuerdan el relato de un obrero que trabajaba en la refacción de una sala y encontró huellas de pies de un niño o niña en un sector en el que había caído cal, o la renuncia de un empleado que en un depósito creyó ver a un compañero. ‘Era un empleado nuevo, entró a un depósito y dijo que vio sentado a una persona, de espaldas. Le preguntó un par de cosas pensando que era uno de los chicos de cabina, pero como no le respondió, cerró la puerta y se fue. Me vino a preguntar por esa actitud y le dije que era imposible que hubiese estado con mi otro compañero porque estaba en plena proyección. No sé qué vio o qué pasó, pero renunció al otro día’, apuntó Cecilia Rosales, quien cuando le toca cerrar las salas va rezando un Padrenuestro.
‘En una ocasión detectamos que faltaban muchas gaseosas. Y con el gerente nos tomamos un día para revisar todas las filmaciones de las cámaras de seguridad. Y fue curioso cómo en la madrugada, las luces de las siete heladeras se prendían a la misma vez. Nos miramos, no dijimos nada y seguimos revisando’, acotó Eugenia Amarfil, quien recuerda que el día de la inauguración del cine, en diciembre de 2010, habían invitado a un sacerdote a bendecir el complejo. Pero en la vorágine de la ceremonia, se rompió el protocolo y el cura nunca pudo cumplir su cometido.