Al mediodía de ayer, el hambre se hacía sentir entre los cirujas que, sin desayunar y desde la salida del Sol, estaban clasificando residuos en el basurero de Rivadavia. Es que todavía no llegaba ninguno de los camiones que trasladan los desechos de comida provenientes de los híper. Y entre los residuos domiciliaros descargados hasta el momento sólo encontraron una bandeja con papas fritas enmohecidas, un par de mandarinas podridas y una lata de picadillo en mal estado. Igual las comieron, con la esperanza de que la búsqueda los premiara con, al menos, un paquete de salchichas. Por lo menos era el deseo más ferviente de Miguel Angel, de 21 años (foto). Llega todos los días desde Albardón para ganarse unos pesos reciclando basura. Por día le quedan alrededor de 20 pesos, que sólo alcanzan para que su mujer embarazada tome leche y coma carne. “Me importa que ella coma bien -contó el muchacho-. Yo me arreglo con lo que encuentro en el basurero. El otro día hasta me di el lujo de comer unos ravioles”.

Miguel Angel contó que los cirujas que trabajan en familia y agrupados con otros pueden llegar a ganar con el cirujeo hasta 500 pesos por semana, que después se reparten entre todos. Y que le encantaría ganar más dinero.

“No te quejés -lo interrumpió un ciruja cincuentón que hace diez años se rebusca la vida en ese basurero-. Ahora estás en el paraíso. Hace unos años acá no se podía ni respirar por el humo de la quema de basura, ni hablar por las moscas que se te metían apenas abrías la boca. Ahora hasta podés comer lo que encontrás sin que te molesten los perros”. Para demostrarlo, el hombre se sentó a comer unas galletas de chocolate. Habían aparecida junto a unos pañales descartables.