Las necesidades de los más carenciados fue un llamado para ellos. Sin dinero y sólo tendiendo una mano se convirtieron en un pilar importante para la provincia que hoy intenta salir adelante tras el temporal. Salieron ayudar después del trabajo o dejaron de lado los últimos días de vacaciones. Así, Luz Cara, Camila Musanto, Gema Vera, César Orellano, Liliana Castán, Mirta González, y Diego González, fueron algunos de los cientos de voluntarios que colaboraron con los sanjuaninos más necesitados.
Luz, Camila y Gema son compañeras de la escuela. Tienen 14 años y de manera desinteresada se presentaron en la Iglesia Catedral. Primero llevaron ropa y calzados para donar a los evacuados y después volvieron para ayudar con la recepción y selección de las demás donaciones. Cargaron bolsones con sábanas y hasta entregaron algunas prendas a las personas que se acercaron a pedir. Y la solidaridad les golpeó tan de cerca que hasta piensan unirse a un grupo católico juvenil para seguir haciendo campañas solidarias.
Por otro lado, a César Orellano no le importó dejar de lado su trabajo para ayudar a descargar un camión con donaciones. El hombre de 58 años que vende café en la plaza 25 de Mayo dijo que ’ni todo lo que vendí hoy se comparar con la alegría que se siente al saber que uno está ayudando’. Y entre otras cosa se alegró de ver los sanjuaninos que perdieron minutos de su tiempo para colaborar con los inundados. Otro que trabajó el doble fue Diego González. Es policía del Comando Radioeléctrico y ayudó en Pocito. Casi con el uniforme puesto salió de su trabajo y colaboró con una familia que perdió todo. Conseguí ropa, colchones y maderas. Y hasta ayudamos a colocar tierra para emparejarles el terreno de la casa. ‘Una de las familias que ayudé tiene 11 hijos. Soy padre y no soporto ver que hay niños que perdieron todo’, dijo.
En otro departamento, Santa Lucía, Liliana y Mirta se pusieron una escuela con evacuados al hombro. Y como si cumplieran horario, recién a las 22 de cada día volvieron a sus casas. Son vecinas de la escuela Necochea, en Colón y San Lorenzo, y aunque tienen familia decidieron colaborar sirviendo, la comida, repartiendo las donaciones y controlando a los niños para que no se enfermen. ’Mis hijos están por correrme de mi casa’, dijo entre risas Liliana y agregó que sacarles una sonrisa a los niños que no tienen dónde vivir es el mejor pago que pueden recibir.
Estos voluntarios no son los únicos, desde las municipalidades agradecieron a todos los que desinteresadamente se acercaron a meter camionadas de tierra, a sacar gente de los ranchos que se caían y hasta a darle albergue a los vecinos que no tenían dónde dormir. De esta forma, los solidarios se convirtieron en la cara gratificante de la tormenta.

