Una semana después del mayor sismo de la historia de Japón, las zonas devastadas comenzaron ayer a recuperar algunas infraestructuras esenciales y los sobrevivientes a recibir, con cuentagotas, alimentos y electricidad.

La cifra de muertos por el peor desastre de la posguerra nipona supera ya los 6.900, por encima de los cerca de 6.500 que dejó en 1995 el terremoto que asoló a Kobe (sur), y se espera que aumente todavía, puesto que hay más de 10.300 desaparecidos.

Unas 90.000 personas trabajan a la carrera para trasladar a lugares seguros a unas 16.000 personas que siguen aisladas en precarios refugios en zonas arrasadas de provincias como Miyagi, Ibaraki y Fukushima.

La televisión pública NHK hablaba ayer de cerca de 400.000 personas resguardadas en 2.000 refugios, muchas de ellas sin alimentos, electricidad, gasolina ni calefacción para ayudar a sobrellevar las bajas temperaturas.

Las calles agrietadas y los puertos y aeropuertos dañados están siendo reparados poco a poco, y ayer la Autopista de Tohoku, la principal arteria del noreste, quedaba parcialmente abierta a los vehículos de emergencia. También el aeropuerto de Sendai, que resultó totalmente anegado por el tsunami, se pudo habilitar ayer para el aterrizaje y despegue de aviones y helicópteros de rescate.

En esa misma ciudad, capital de Miyagi, casi todas las tiendas de la zona comercial cercana a la estación ferroviaria reabrieron sus puertas, igual que en la cercana localidad de Tome, donde se logró restaurar el suministro eléctrico.

Además, el "Shinkansen" o tren bala reanudó sus servicios entre las ciudades de Morioka y Akita, tras permanecer por primera vez en su historia paralizado durante una semana.

Con la apertura de las carreteras los vehículos comenzaron a circular de nuevo y la ayuda a llegar a las zonas devastadas, eso sí, muy lentamente: en el pueblo de Minamisanriku (Miyagi), que quedó prácticamente engullido por el mar, los supervivientes lamentaban ayer la escasez de alimentos, combustible y medicinas.