Venían chiquitos, doblados, arrugados, casi sin ocupar espacio adentro de sus cajas. Y de repente, como por arte de magia, empezaron a poblar la Feria Temática y a imponerse gallardos, derechitos, como un ejército de Gullivers en tierra de liliputienses. Los inflables enormes que están desperdigados por toda la exposición representan la producción sanjuanina, los frutos de la industria y el trabajo de la provincia, por eso la gente se pone a hacerse fotos con botellas de vino o de aceite de oliva de más de 2 metros de alto, con racimos de uva o espárragos de la altura de dos personas, o con un melón en cuyo interior podría montarse tranquilamente un monoambiente.

Los gigantes inflables, alimentados con aire comprimido a motor durante toda la noche, son una innovación importada desde la localidad bonaerense de Don Torcuato, comprada por el Ministerio de la Producción de San Juan. Son 35 reproducciones que imitan a la perfección los productos locales. Y aún con todo el estrellato del que gozan en la muestra, no se los pudo exprimir al máximo: la idea de las autoridades era sacarlos a pasear por las calles del centro, como una forma de promocionar el stand de la cartera en la Fiesta del Sol. Pero los gigantes no llegaron a tiempo. Eso sí, para que empiecen a ganar terreno, los quieren llevar a la Fiesta Nacional de la Uva y el Vino, que se hará el mes próximo en Caucete.

Mientras tanto, se yerguen en la feria. Entre los más típicamente sanjuaninos hay otros que representan desodorantes de ambiente, marcadores, autopartes y hasta el Hongo de Ischigualasto. Y promediando la 1 de la madrugada, la estampa es desoladora: en lugar de inflables enhiestos, quedan rollitos plásticos desparramados sobre el césped, a la espera de la noche siguiente.