Primero fue el censo. Después, el clima. Y por último, el duelo. La tríada cerró ayer una jornada en la que parecía que San Juan se había quedado sin habitantes, justamente el mismo día en que se los estaba contando uno por uno. El feriado establecido para poder realizar el Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2010 fue acatado casi en su totalidad. Y si las calles estaban prácticamente vacías se debía también a otros dos factores: el calor terroso del viento Norte y la conmoción general que había causado la muerte sorpresiva del ex presidente Néstor Kirchner.
Bastaba una vuelta completa a la Avenida de Circunvalación para tomar dimensión de lo parada que había quedado la ciudad, sin escuelas, sin bancos, sin supermercados, casi sin negocios abiertos, prácticamente sin vehículos en las calles. La Central y la Libertador eran mares grises absolutamente desconocidos para el ojo habitual del día hábil. Y llegar de un punto a otro del Gran San Juan se había vuelto sumamente fácil a toda hora, porque en ese paisaje de desolación urbana era imposible pensar en algún embotellamiento.
Hubo, claro, algunas excepciones. Sobre todo en los barrios de Rivadavia, Rawson y Chimbas, donde algunos almacenes familiares habían decidido arriesgarse a la multa y atender al público desde temprano. Pero no estaban fuera de contexto: seguían por radio las instancias del censo y del luto nacional, con comentarios jocosos para el primero, conmovidos para el segundo.
Mientras tanto, en las puertas de muchas casas se repetía la escena del censista, con el bolso institucional colgado, entrevistando a quien se había ofrecido como interlocutor. Eran como hormigas con una hojita blanca a cuestas, perdidas en la inmensidad de una postal en la que sólo se veía el espacio vacío, y sólo se escuchaba la insistencia del viento y el diálogo de algunos perros.
Pero esas hormigas eran el contraste. Representaban los engranajes finales de una maquinaria impresionante puesta a rodar a propósito del feriado, para contar a todos los argentinos y poder elaborar una radiografía socioeconómica. El cerebro de esa organización estaba en Córdoba y Jujuy, en un edificio rodeado de nada como el resto, pero en cuyo interior todo estallaba.
Pasadas las 20, hora oficial de cierre del relevamiento, las autoridades locales aún no tenían un balance definitivo de si se había podido censar todas las viviendas sanjuaninas. Pero sí insistían en que no habían tenido complicaciones importantes, que todo se había desarrollado en paz (salvo un incidente aislado de un hombre que acosó a un grupo de censistas) y que el mayor inconveniente había sido el clima, tan hostil que había provocado demoras en muchos sectores de la provincia.
De hecho, el viento se mantuvo durante todo el día. Y hasta hubo que adelantar el único vuelo del helicóptero, que traería a un censista de una zona limítrofe con San Luis, por temor a una tormenta. La temperatura, que por la siesta había superado los 33 grados, había bajado 8 grados al término del censo. Y el viento Sur, de casi 40 km/h, comenzaba a preanunciar los nubarrones pronosticados para hoy, y la lluvia amenazada para mañana.
