Como esas cosas que sólo se pueden relacionar con el destino o el instinto, Sebastián Brizuela (14) se despertó sobre las 3 de la mañana creyendo que eran las 7 y que se había quedado dormido para ir a la escuela. Somnoliento, se levantó y en el pasillo su cuerpo comenzó a rendirse. Impulsado por la poca fuerza que le quedaba y un alerta que se había encendido en su cerebro, trató de despertar a su familia y luego logró sacarla al patio, junto a su padre. Y ahí, bajo la luz macilenta del alumbrado público, tiritando de frío y mirando los cuerpos desmayados de su madre y hermanos, Sebastián cayó en la cuenta de que la muerte disfrazada de falta de oxígeno amenazó a los suyos y estuvo a punto de llevárselos. "Si no se despertaba Sebastián, todos hubiésemos muerto mientras dormíamos", dijo con crudeza María Inés, la madre, sin poder contener las lágrimas.

El hecho en el que Sebastián se convirtió en el pequeño gran héroe de Chimbas sucedió en la humilde casa de la manzana K del barrio Villa Paula. Un lugar donde esta vez la vida le ganó la pulseada al dolor, a menos de dos meses del fallecimiento de Kevin Borquez por una bala perdida, sucedido a la vuelta de la casa de los Brizuela.

La estufa conectada a una garrafa de gas estuvo encendida desde las 6 de la tarde hasta la 1 de la mañana, cuando David (37, mecánico) la apagó y se fue a acostar, pero sin que hubiera una ventilación adecuada. Ya los chicos dormían. Fue como a las 3 que Sebastián despertó y comenzó a vomitar, antes de que sus piernas se aflojaron. "¡Mami, mami!", gritó aterrorizado, tratando de despertar a María Inés. La mujer, portera de una escuela en Trinidad, sintió una pesadez que la amedrentaba. Su instinto fue abrir una puerta, así que aunque sus piernas no le respondían, se arrastró hasta la cocina, le pegó un manotazo al picaporte y apenas se abrió la puerta, se desmayó.

Sebastián, tras vomitar nuevamente, se recuperó y pudo despertar a David. Entonces, pese al desvanecimiento que los amenazaba, entre ambos sacaron a Braian (11) y a Florencia (10). David abrió las ventanas y llamó al 911.

Braian vomitaba sumido en su sueño, Florencia no se despertaba y María Inés seguía tirada en el umbral de la puerta. Sebastián trajo agua para mojar los rostros y lociones para pasar por la nariz, pero no podía sacar a su familia del sopor. Fueron minutos de terror, de pensar lo peor bajo la helada. Pero entonces despertaron María Inés y Braian y luego, el cuerpo desgonzado de Florencia en los brazos de David comenzó a moverse.

La ambulancia llegó un rato largo después y los Brizuela terminaron internados en el hospital Rawson, con mascarillas de oxígeno. Tras el alta, sobre el mediodía regresaron a su casa, que se llenó de vecinos preocupados. "Recién ahora me doy cuenta que pudimos morir. Es como que te cae la ficha más tarde", conó Sebastián, alumno de la Escuela 13 de Junio y defensor en las inferiores de Centenario Olímpico.

Ayer los Brizuela decidieron no usar más la estufa y dejar semiabierta alguna ventana. Mientras, la palabra que más se escucha en ese hogar es "gracias". A Dios y también a Sebastián.