De la familia Pomar, que vivía en el partido bonaerense de Almirante Brown, lo último que se esperaba era que hubiera muerto en un accidente de tránsito. Como para cualquier jefe de familia que pierde el trabajo, las presiones económicas deben haberse transformado en un fantasma para Luis Pomar.

Con ese punto de partida, empezaron a surgir diversas hipótesis: que se trató de un suicidio colectivo o de una desaparición voluntaria. Otros hablaban de secuestro o autosecuestro. Poco tardaron en aparecer las sospechas de que hubiera habido una fuerte discusión familiar, considerando el carácter algo agresivo de Luis, según atestiguaron algunos allegados.

En esa sintonía, también se puso sobre el tapete que Luis era autoritario con el hijo que su esposa había tenido con otro matrimonio. Complicado por su condición de desocupado, debieron poner en venta su casa, decisión que él habría tomado arbitrariamente y sin el consentimiento de su esposa. También cambiaron el auto, para adquirir uno de menor valor: el fatal Duna Weekend rojo.

Más dudas generó la posibilidad de que el matrimonio hubiera iniciado un tratamiento psicológico de pareja, mientras cada vez se hacía más evidente el hermetismo que los familiares de Luis tenían con la prensa, tras su desaparición.

En cuanto a la posible entrevista laboral que iba a tener Luis al iniciar su viaje a Pergamino, lo más concreto fue que, dos semanas antes de su desaparición, había concurrido a Mendoza por un empleo relacionado con etiquetas de vino.

A Luis, la mayoría de la gente lo describe como un hombre circunspecto, de pocas palabras, mientras que a Gabriela la recuerdan como simpática.

A pesar de que estaba desempleado en el momento de la desaparición, un comerciante de la zona dijo que Pomar “estaba más contento. Se había comprado una máquina para hacer bolsitas de nylon y ya la había puesto a trabajar”.

Vecinos de Pomar relataron que “Luis mencionó una vez a sus patrones, como si estuviera trabajando. Además, llegaba todos los días en el auto entre las 19 y las 19.30, parecía que tenía una rutina fija”.

Los Pomar aún pagaban la hipoteca contraída para comprar la vivienda, explicó Ana María Spinola, vecina de los Pomar.

“Gabriela era ama de casa. Cuando Luis se quedó sin trabajo, debieron poner en venta la vivienda”, dijo Spinola. “Si conseguía trabajo acá, no la vendían; si conseguía en Pergamino, sí”, relató.