Invitando a su pueblo al optimismo respecto al futuro y centrando su discurso en las escalinatas del Capitolio, Barack Obama inició su segundo mandato. No obstante sus anhelos, el primer presidente negro de los Estados Unidos abre una etapa difícil y con varios desafíos. Hasta enero de 2017 deberá administrar un poder que, como es norma en todos los segundos períodos, tiende a debilitarse a medida que transcurre el tiempo, como sucedió en los segundos mandatos de Bush y Clinton.

El reelecto presidente deberá gobernar una sociedad dividida, con un escenario político fracturado, amenazado por una economía inestable y la frustración social que genera un sistema cada vez más desigual y con menos oportunidades de empleo. Los estadounidenses lo han dotado ahora de un Congreso igual de dividido que en la primera gestión y sin mucha expectativa de cooperación. Los demócratas tienen mayoría acotada en el Senado y deberán contar con los republicanos, que tienen el control en la Cámara de Representantes.

Uno de los desafíos de Obama será respecto a cómo solventar esa barrera. Ése será el escenario para trabajar por la estabilización de la economía, el exceso de deuda y de déficit que no cierra. Mirando hacia el interior del país, se encuentra con el problema de exceso de armas en las calles; tiene a más de diez millones de inmigrantes viviendo en la sombra y que, en conjunto, está cansado de pagar impuestos para solventar gastos de la política. En el exterior tiene pendientes decisiones cruciales respecto de Irak y Afganistán. Al mismo tiempo, deberá asumir cambios estratégicos en su enorme gasto en defensa.

Muchas de las promesas que anunció en 2008, siguen en espera, entre ellas, afrontar los desequilibrios del cambio climático. Ahora quiere acometer el reconocimiento de un nuevo Estados Unidos, multirracial y global. Deberá pues, saldar su deuda con la comunidad latina, a la que mucho le debe por esta segunda vuelta, y que espera reconocimiento con la reforma migratoria. El apoyo con el que contó hace cuatro años se enfrió y los detractores aumentaron, aunque sea el primer demócrata, desde Franklin D. Roosevelt, que fue elegido dos veces con la mayoría del voto popular.

"Que Dios me asista", pidió Obama, luego de jurar ante el presidente de la Corte Suprema, John Roberts, y sin duda que necesitará de esa ayuda. Sabe por qué lo dice. Los norteamericanos lo devolvieron a la Casa Blanca, pero también a un país difícil de gobernar.