"Seis kilómetros antes de llegar, algunos no podían más, tenían demasiadas ampollas. Pero los movió la necesidad de cumplir con el objetivo y el deseo de sacarse la foto en el límite", cuenta Leandro Caballero con la euforia propia de haber vuelto a San Juan después de cruzar la Cordillera de Los Andes a pie. El fue uno de los 16 expedicionarios del grupo Peregrinos de Fátima que caminaron durante 6 días para llegar a Chile por el Paso Internacional de Vergara, al sur de Mendoza. Y así, rendir homenaje a los granaderos que hicieron ese camino para cumplir con uno de los 6 pasos que realizó el Ejército Libertador (ver recuadro).
Es la cuarta vez que el grupo, encabezado por el sacerdote Víctor Hugo Gallardo, cruza la cordillera a pie. En las tres oportunidades anteriores, lo hizo siguiendo los pasos de San Martín, pero esta vez, decidió cambiar el recorrido. "Queríamos conocer un lugar nuevo y rendir homenaje a los granaderos elegidos por San Martín para cruzar por ese paso de Mendoza", explica Caballero.
El viaje esta vez tuvo también un significado especial. Es que hace 4 meses falleció la hija de Caballero, Florencia, quien ya había hecho el cruce con su padre y su hermano. "Mi hijo y yo hicimos el cruce esta vez por Florencia. Decidimos honrarla de esa forma. Y compartimos la sensación con Silvia Erostarbe, quien cruzó con su hija porque perdió a su marido, que antes viajaba con el grupo‘, contó Caballero.
Con esos objetivos, los expedicionarios partieron el 2 de enero pasado hacia Malargüe. Allí pasaron la noche, en una unidad de Gendarmería, que los ayudó en la travesía. Durante el primer día de caminata recorrieron 20 kilómetros hasta una laguna en la que el contingente se adaptó a la altura. A partir de ahí las caminatas se hicieron más largas. Para llegar a Valle Hermoso marcharon durante te 8 horas y el esfuerzo dejó secuelas.
‘En Valle Hermoso empezó el problema de las ampollas. Pero en el grupo iba un médico que ayudó a la gente lastimada‘, dice Caballero. Y cuenta que ‘lo que hacemos en esos casos es pasar un hilo por la ampolla, con la ayuda de una aguja‘. Las curaciones eran más que necesarias, al día siguiente enfrentaron el Portezuelo, que demandó 10 horas de caminata para llegar a los 2.600 metros sobre el nivel del mar.
Llegar al siguiente objetivo, la Zona de Cura, también les costó 10 horas de caminata. Pero, para satisfacción de los pies, después tuvieron la jornada de descanso.
Al otro día llegaría el momento de cruzar el paso Vergara para llegar a El Planchón, en Chile. Pero los últimos kilómetros fueron los más duros. Seis de los viajeros querían parar, las ampollas no los dejaban seguir. ‘El camino por ese paso es mucho más suave que el que hacemos por San Juan. Pero el tramo que está antes de El Planchón es el más complicado. La bajada es muy abrupta, pasa de los 1.600 a los 500 metros sobre el nivel del mar‘, recuerda Caballero. Y cuenta que ‘estábamos cansados, pero teníamos que seguir, ahí nadie podía trasladarnos y quedaba poco para el límite‘.
Al llegar, un grupo de cóndores dio la bienvenida a los visitantes, que pudieron tomarse la tradicional fotografía en el límite, intercambiar banderas de ambos países con los carabineros y cantar la marcha de San Lorenzo.
Después, el grupo se desunió. Los más lastimados fueron trasladados por los carabineros y el resto siguió a pie hasta Curicó, donde pudo compartir momentos con la gente del lugar. De ellos, un grupo volvió a San Juan y el resto se quedó en Chile a disfrutar del mar y regresó recién ayer.