En coincidencia con el Día de la Virgen, cada 8 de diciembre se arma el tradicional pesebre junto al árbol de Navidad. Teóricamente, cada día habría que agregarle un detalle decorativo hasta llegar a la Nochebuena, con la estrella como signo de la luz que guió a los Reyes Magos a Belén. Y así terminarlo.
Justamente este elemento, según las tradiciones, debería estar cargado de simbolismos y no sólo de meros objetos decorativos.
Para no perder el sentido religioso, el árbol representa la vida y el pesebre es el signo del nacimiento del hijo de Dios.
Para cumplir con esta premisa, entre otros detalles, se dice que el árbol debe tener entre 21 y 28 adornos esféricos, dependiendo de la cantidad de días que ese año tenga el Adviento, que marca el inicio del año litúrgico cristiano y comprende los cuatro domingos anteriores a la Navidad. Además se debería elegir el color de los adornos no sólo por cuestiones de moda o gustos. Para los creyentes, las esferas representan los rezos que se hacen durante el período de Adviento y sus colores responden a peticiones (las rojas), agradecimientos (las plateadas), las doradas a alabanza y las azules a arrepentimiento.