Hace 24 años, en medio de una calurosa noche de enero, Rodolfo Arce trepó el cerro como pudo. Atrás había dejado el colectivo que acababa de caer al vacío. En ese momento, lo único que le importó fue salir a la ruta y pedir ayuda para salvar a sus compañeros que estaban atrapados en el vehículo destrozado. Este hombre formó parte de la banda de música del RIM 22 que se accidentó en El Tambolar después de haber ido a tocar a Calingasta. Cuatro años antes, Hugo Rojas, que estaba a cargo de la sección Tiradores, pudo salir vivo de la Guerra de Malvinas y así proteger a los soldados que estaban a su cargo. Aunque las historias son distintas y ocurrieron en momentos diferentes, tienen un aspecto en común. Ambas resumen el espíritu del Ejército Argentino, que hoy cumple 200 años: servir a la comunidad y defender el territorio nacional.
Pensar en el otro. Hacer hasta lo imposible para salvar la vida del compañero y que prime la camaradería ante todo. Estas son las premisas con las que se manejan los soldados del RIM 22. Y esto queda en evidencia cada vez que cuentan estas historias. "El colectivo se desbarrancó a las 22:45. Fuimos seis soldados los que salimos a pedir ayuda, y sólo nos importó salvar vidas", dice Arce. En el accidente ocurrido el 23 de enero de 1986, murieron 17 personas, de las cuales 14 eran soldados de la banda de música. Esta fue la tragedia automovilística de mayor magnitud vivida en la provincia por el saldo de víctimas fatales. Habían ido a Villa Nueva a tocar en una fiesta popular, tal como todavía lo hace la banda del RIM 22. El accidente ocurrió cuando regresaban a la ciudad por la ruta 12. Esta situación no hizo más que fortalecer a Arce y al resto de sobrevivientes. "Sigo tocando en la banda. A pesar de todo, nos debemos a la comunidad y vamos a donde nos piden", dice el hombre que no duda en hacer horas extra para ejecutar su clarinete en alguna escuela lejana de la provincia.
Sin embargo, tanto Arce como Rojas, coinciden en asegurar que la camaradería que hay especialmente dentro del destacamento militar sanjuanino hizo que pudieran seguir adelante con más fuerza y que el dolor se transformara en ganas de vivir. "Desde que tengo uso de razón me prepararon para defender mi patria. Esa es la misión que tenemos. Hoy siento que cumplí con mi deber y que cuidé la gente que tuve a mi lado durante la guerra", asegura Rojas. Ambos soldados pasaron por estos momentos difíciles cuando aún no llegaban a los treinta años de edad.
Los soldados no se cansan de repetir que la vida militar se basa en trabajo en equipo. Que no existe el individualismo y que a la hora de defenderse mútuamente tampoco existen rangos que los diferencien. Afirman que el Ejército Argentino tuvo un nacimiento noble, con gente común que se ofreció para defender la ciudad. "Nuestro ejército no conquistó, pero sí liberó", aseguran.
Y si se les pregunta qué harían de sus vidas si pudieran volver a la juventud y elegir de nuevo, no dudan en afirmar que nacieron para la vida militar y que no hay otra actividad que los haga tan felices. "Esta no es una profesión como otras. Hay que llevarla en la sangre. Es lo que hace que seamos tan unidos entre nosotros", dice Rojas.
Los inicios del Ejército Argentino se remontan a 1806, cuando ocurrieron las invasiones inglesas en Buenos Aires. Esas primeras tropas estuvieron conformados por los vecinos que se unieron para defender la ciudad. Posteriormente, la Junta de Mayo dio las primeras directivas para la conformación de un ejército en 1810. Los soldados que lo formaron fueron los encargados de diseminar las ideas revolucionarias de Mayo. Desde entonces la Fuerza fue nutrida con el pueblo, tal como sucedió con el ejército que armó San Martín a la hora de cruzar Los Andes.
