Paredes de adobe, techo de cañas y varios huecos por donde se cuela el sol. Así es el rancho donde Ramón Ibáñez, de 35 años, y José, de 34, sobreviven a la miseria, a la discapacidad y al abandono de su propia madre. Los hermanos, que tienen retraso mental, pasan sus días en una habitación que con mucho esfuerzo y precariedad levantaron los vecinos de la zona de Mendoza y Centenario, en Chimbas, que son quienes les dan ropa y hasta los alimentan. Los hermanos no reciben ninguna ayuda oficial y la gente que colabora con ellos pide que les den un módulo o un lugar donde vivir más dignamente. Sin embargo no quieren que se los lleven y están dispuestos a seguir ayudándolos. Desde la Dirección de Discapacidad dijeron que analizarán qué hacer con los hermanos.

Para entrar al ranchito hay que levantar una cortina hecha con una frazada roja. El único lugar que tienen para sentarse es una cama matrimonial que los hermanos comparten todas las noches porque a Ramón le da miedo dormir solo. La ropa que la gente les regala la guardan en un pequeño ropero que tampoco tiene puertas y todos los días esperan allí que sus vecinos les lleven un plato de comida. Y a pesar de que no tienen recursos propios para poder sobrevivir, la limpieza de esa habitación oscura se puede oler al atravesar el hueco que sirve de acceso. Como si esto fuera poco, la casa casi no tiene ventilación, es que tiene sólo dos ventanas que están tapadas con cortinas con dibujos infantiles. Tienen una conexión de luz clandestina que sirve para enchufar un televisor que se ve en blanco y negro y un ventilador viejo que fue armado con repuestos de varios ventiladores en desuso. De esta forma y con muchas necesidades más viven junto a la casa de un vecino. Sin embargo, ellos están satisfechos.



Sin saber leer, escribir, formar frases al hablar y sólo asintiendo con la cabeza, dijeron que les gusta estar ahí, que se sienten queridos y que encontraron gente que ahora se convirtió en su familia. A tal punto que al tratar de contar algunos detalles de su vida, José, que es más desenvuelto, se emocionó y abrazó a Juan Pablo González, el vecino que adoptaron como el papá que nunca conocieron.

Los hermanos fueron abandonados en agosto pasado por su propia madre. Una noche de mucho frío, horas antes del Día de Santa Rosa, González comenzó a sentir ruidos extraños en el fondo de su casa. Cuando miró, descubrió a dos hombres tirados en el suelo. "Parecían dos niños chicos. Estaban abrazados, no sabían ni siquiera pedir ayuda y se habían hecho una bolita. Cuando los vi los reconocí", dijo el hombre. Es que Ramón y José habían vivido en la zona junto a su mamá. Primero no supieron explicar qué hacían ahí y después tomaron confianza y contaron, con dificultad, que su madre los había abandonado.



EL COMIENZO DE LA AYUDA:

Esa situación fue tan conmocionante que a menos de una semana del abandono varias personas de la zona levantaron la habitación donde viven los hermanos, para que no estuvieran a la intemperie. La casita está ubicada en un descampado que está junto a un callejón. Usaron dos paredes de la casa de los González para hacer el rancho y construyeron otras con adobes que recolectaron.

"A medida que pasaron los días se fueron uniendo más a nosotros y de a poco comenzamos a conocerlos", dijo González y contó que José habla más que Ramón, que sólo se limita a sonreír cada vez que se le pregunta algo.

Los chicos, como les dicen sus vecinos (es que parecen niños), son analfabetos pero están siempre dispuestos a ayudar a la gente. "Hay personas que les piden que hagan unas changuitas y ellos trabajan. Nosotros les enseñamos a que distingan los billetes por el color, así nadie los cuentea", dijo González, mientras que los inseparables hermanos sacaron sus billeteras de los bolsillos y mostraron con orgullo que habían recibido su paga por arreglar algunos jardines.

"Con eso los llevamos a que compren ropa o algo para que coman. Los pone muy contentos pagar con su propio dinero", dijo Juan Pablo y contó que les enseñaron también a que laven la ropa porque antes la usaban y la tiraban.

Y la solidaridad llega a tal punto que los González les pasan agua caliente por una manguera para que se puedan higienizar y varios vecinos les prestan hasta los baños porque no tienen dónde hacer sus necesidades. "Mi vecino hasta les cortó las uñas que medían como 5 centímetros de largo", dijo González.



LAS AUTORIDADES:

Cuando los chicos aparecieron en el fondo de los González, autoridades de la Municipalidad de Chimbas se acercaron a verlos. Según González, les prometieron cuchetas y algo de mercadería, pero nunca más aparecieron. Él mismo nunca hizo la denuncia porque consideró que lo que estaban haciendo no estaba mal. "Soy un intruso que quiere ayudar", dijo el hombre y aseguró que no quieren que se lleven a los discapacitados. "Los van a internar en el neuropsiquiátrico y ahí van a quedar olvidados", dijo el vecino y agregó que con la demás gente del barrio quieren llevarlos a estudiar, para que se puedan desenvolver mejor. Por eso, piden ahora una vivienda digna para los hermanos ya que según ellos, la madre no tiene intenciones de cuidarlos



Los vecinos contaron que saben dónde vive la mujer, que se fue con un novio. La buscaron y después de varias discusiones ella les dio los DNI de los hermanos para que la gente del barrio se haga cargo y tramite pensiones o lo que les haga falta. "Si alguien les da un módulo o un subsidio para que alquilen nosotros los vamos a cuidar como si fueran nuestros hijos", dijo el hombre que es el que está más apegado a los hermanos Ibáñez. Consultado por esta situación, el director de Discapacidad de la provincia, Roberto Juárez, dijo que pasado mañana irán a visitar a los hermanos para ver qué tipo de ayuda se les puede brindar. "Habría que ver qué nivel de independencia tienen estas personas. Si vemos que pueden vivir solos se les dará algún tipo de ayuda. Puede ser una vivienda o un módulo, pero hay que ver la situación particular", dijo el funcionario y aclaró que si corren algún riesgo, no pueden vivir solos o nadie se quiere hacer cargo, deberán quedar en manos del Estado.