Los restos del escritor fueron inhumados ayer a las 12.55 en una ceremonia íntima de la que participaron familiares y amigos, en el cementerio Jardín de Paz de la localidad bonaerense de Pilar en el marco de una jornada lluviosa y muy destemplada. Una larga caravana de autos acompañó el cortejo fúnebre que trasladó su cuerpo hacia su última morada; luego de su último adiós en el club Defensores de Santos, adonde el hombre de cabello entrecano y anteojos oscuros solía cruzar desde su casa para tomar café y jugar al dominó con sus vecinos y que se convirtió en el sitio emblemático de su despedida. Allí, se lo veló desde el sábado hasta ayer a la mañana, ya que se lo extendió por decisión de la familia, ante la innumerable cantidad de representantes de la política, el arte y los derechos humanos que se acercó para despedirlo. La iniciativa de velar a este genio de las letras argentinas en una institución social y deportiva fue adoptada por Mario, su hijo, quien admitió que simplemente cumplió un deseo de su padre. La familia había pedido en un comunicado que no se enviaran arreglos florales y que el dinero previsto para ello “sea donado, a la Fundación Garrahan”. Sin embargo, innumerables coronas llegaron al club, entre ellas las de la presidenta, Cristina Fernández. Si bien, el gobierno nacional no dio a conocer oficialmente la opinión de la Primera Mandataria sobre el deceso, organismos oficiales indicaron que habló por teléfono con Mario y su compañera Elvira González Fraga, quien detalló que Sábato “venía hace tres años sufriendo y era doloroso de ver”. En tanto, Ricardo Alfonsín, candidato presidencial por la Unión Cívica Radical, consideró que con su muerte “se fue el más grande”. (Ftes: DyN y Télam)
