Érica González y su hijo con Síndrome de Dawn, Dóminic Barroso.
 

El calvario que atraviesa Érica Dayana González es casi inimaginable. Con apenas 22 años, la joven está desesperada. Busca soluciones, comenta, se indigna y acongoja. Está provisoriamente asentada en la plaza del barrio Costanera (Chimbas), del cual es oriunda. Junto a ella, su hijo -un pequeño muy sonriente de 4 años de edad que padece Síndrome de Down -, y su hermana con sus 5 sobrinos. Ambas desoladas y con vistas a hacer cualquier cosa para darles un techo a sus hijos: incluso usurpar.

Érica usa constantemente el verbo desalojar para describir lo que fue el puntapié inicial de la compleja situación que atraviesa. Sin embargo, los hechos comienzan mucho antes. Hace unos días, su madre –portera de una escuela departamental- fue diagnosticada con cáncer. Apenas se lo comunicaron, sintió el piso tambalear. Debía decirles a sus dos hijas que no iba a poder continuar ayudándolas,  que debían irse del pequeño habitáculo que las cobijó el máximo de tiempo que pudo. Ahora su salud estaba primero. Allí comenzó todo.

Durante la noche del martes, Érica y su hermana se sentaron por última vez a la mesa materna. Su madre les comentó con profundo dolor el padecimiento y les pidió que se retiraran de la casa. “No puedo seguir trabajando, ¿cómo vamos a vivir? Necesito que ustedes se vayan”, dijo. Según Érica, la conversación fue en “buenos términos” y procedieron a retirarse con sus hijos al primer lugar que figuraron posible: la plaza del barrio.

La vida de Érica fue y es muy difícil. A corta edad decidió continuar con el embarazo de Dóminic Valentín Barroso, el bebé  –que felizmente en octubre cumplirá 5 años- tenía Síndrome de Dawn. De acuerdo al relato, el padre reconoció al pequeño con su apellido pero “nunca se hizo cargo”. Unos años después, Érica conoce a un nuevo hombre y forma pareja. Actualmente tiene 7 meses de embarazo pero desde hace un tiempo, el futuro padre se desentendió de la situación. “Los papás de los niños no me ayudan en nada”, sentenció.

Para ayudar en la casa “hice todo lo que pude”. Érica trabajaba como empleada doméstica y jardinera, pero debió discontinuar las labores debido al avance del embarazo. Las “changas” las realizaba junto a su hermana, quien tiene 5 hijos. Su presencia fue un factor decisivo en la determinación de la madre de Érica para “desalojarlas” de la vivienda. Los niños también quedaron a la deriva –en términos habitacionales-. Además, la única fuente de ingresos es la pensión que recibe Dóminic por su discapacidad.

Las ansias, pero sobre todo, la necesidad de un techo para sus hijos, despertó cierta inhibición en los planes a ejecutar. Érica parece decidida a usurpar cualquier vivienda. De hecho, según comentó, lo intentó antes, pero la policía la apartó. Ahora está en miras de redoblar la apuesta. Incluso aclara que “las casa del Barrio Pedregal IX están desocupadas”.