Tiene 16 años y sabe muy bien qué le hace bien y qué no. Por eso, cada tanto sale a tocar el violín a la calle para sentirse feliz. ’Me hace tener la mente en positivo’, dijo Octavio Perona, el joven que sufre ataques de epilepsia, pero los médicos todavía no pueden detectar la causa de esta enfermedad.
Hace 6 años comenzó a enamorarse del violín. En ese momento quiso entrar a la Escuela de Música y no pudo porque en la institución le dijeron que no tenía conocimientos previos. Intentó en varias oportunidades y recibió siempre la misma respuesta, hasta que decidió anotarse en una orquesta de Santa Lucía. Fue ahí donde dio sus primeros pasos en la música. ’Aprendí todo muy rápido y en un mes y medio ya sabía leer partituras’, dijo Octavio y reconoció que por su problema de salud cada día se le complica más coordinar los movimientos al tocar su instrumento favorito. También toca el piano, la guitarra, la armónica y el acordeón.
Luego de aprender a tocar en Santa Lucía, finalmente ingresó a la Escuela de Música. Sin embargo, el gran sueño de su vida se vio frustrado al poco tiempo cuando empezó a tener los primeros ataques. ’Antes tenía episodios cada una semana, pero desde hace unos meses se repiten una vez al día’, dijo. Por eso tuvo que dejar de lado las clases ya que no podía pasar tanto tiempo con la mente ocupada y no podía movilizarse sin compañía. Pero nunca dejó de tocar el violín. ’No me imagino de otra manera’, remarcó.
Desde el primer día que su enfermedad apareció, hace aproximadamente un año, se propuso darle batalla con la música. Por eso encontró en su violín y en sus shows callejeros un camino a la felicidad. Es que, mostrar lo que sabe hacer y divertir a las demás personas es lo que le da fuerza todos los días para no pensar y deprimirse por su malestar físico.
Ver feliz a las personas es su antídoto. Por eso, tiene un repertorio que adapta según el público. ’Si pasan personas mayores toco tango. Si pasan parejas, música romántica y si son jóvenes, cumbia’, dijo el adolescente mientras tomó su violín.
Según su abuela y su mamá, Octavio es el alma de todas las reuniones familiares. ’Le encanta disfrazarse, hacer imitaciones. Es todo un artista’, dijo Rita, la abuela materna y reconoció que si hay algo que su nieto no tiene es vergüenza, por lo que sus presentaciones son especiales.
Sus primeros pasos como violinista de la calle fueron de casualidad y a escondida de sus padres. ’Un día fuimos al centro con mis amigos y mientras esperábamos a la hermana de uno de ellos comencé a tocar el violín en la vereda y la gente empezó a dejarme plata. Me dio mucha risa y seguí’, contó y dijo que después les confesó lo que hacía a sus papás, les pidió permiso y ellos lo dejaron. Así fue que siguió junto a un amigo. Pero ahora lo hace solo y con un único objetivo: la superación personal. ’Es que ya no me siento tan hábil como antes y me gusta salir a tocar para esforzarme y no deteriorarme’, concluyó Octavio.