Aunque los separara un continente, una cordillera o un río, Domingo Faustino Sarmiento siempre estuvo cerca de sus hermanas. Le bastó una carta, una encomienda o un mensaje con algún amigo para mantenerse en contacto. Un contacto que trascendió a la pluma y el papel. Sarmiento hizo todo lo posible para que a Rosario, Procesa, Bienvenida y Paula, cuatro de los quince hermanos que tuvo, no pasaran necesidades económicas. Mientras que ellas fueron las que lo acompañaron hasta sus últimos días. El resto de los hermanos murieron siendo niños o al nacer. Con cada una, Sarmiento tuvo una relación especial, pero sintió la misma admiración por todas.

"Mis hermanas gozaron de la merecida reputación de las más hacendosas niñas que tenía la provincia entera, y cuanta fabricación femenil requería habilidad consumada, fue siempre encomendada a estos supremos artífices de hacer todo lo que pide paciencia y destreza, y deja poquísimo dinero", escribió Sarmiento, quien siempre estuvo pendiente de lo que ellas necesitaban, sobre todo cuando habían entrado en una edad avanzada.

Según consta en sus cartas, cada tanto les enviaba dinero para que pudieran sobrevivir. Pero además estaba pendiente de la ropa que necesitaban y de los accesorios para el hogar. En una oportunidad les mandó una cocina nueva y un moderno aparato para moler maíz. Incluso les enviaba dinero cada vez que tenían algún problema de salud.

Sus hermanas ocuparon un lugar tan importante en su vida que les encomendó la crianza de su hija Faustina, después que su madre la abandonara en Chile. Puso en manos de Bienvenida la creación de una escuela y fue Rosario la que manejó su hogar cuando acababa de dejar la presidencia. Con Procesa abrió una escuelita en las minas de Copiapó en Chile y su hermana Paula dio clases en Putaendo, otro pueblo chileno. Cada una tenía su propio talento y por su modo de ser su relación era diferente. A Bienvenida le confió todos los proyectos políticos, mientras que a Procesa la contuvo emocionalmente cuando enviudó. A Rosario la tuvo cerca, sobre todo en los últimos años y de Paula le preocupaba su precario estado de salud. "Dale mis recuerdos a la pobre Paula que su estado de salud me aflige y a Bienvenida dile que apruebo sus repartos", escribió en una oportunidad a Procesa, a quien le dijo además, poco después de haber perdido a su esposo, que "hay un medio de ser feliz y es no creerse el más desgraciado de todos".

El contacto era tan estrecho, que en una oportunidad sus hermanas le reclamaron la falta de comunicación. "Sé por Eloísa que están ustedes muy enojadas porque no escribo cartas, pero las tareas de presidente me están agobiando", les respondió el hermano en 1868.

Sarmiento tuvo 15 hermanos, pero sobrevivieron él y sus cuatro hermanas. Estos datos se conservan en un cuadernito de papel amarillento, que está expuesto en el Museo Histórico Sarmiento, en Buenos Aires y que posiblemente fue escrito por Doña Paula o por su esposo Clemente. DIARIO DE CUYO tuvo acceso a ese documento.

Su hermana Paula nació en 1803 y murió en 1900. La apodaban la Santa y fue una de las fundadoras de la Sociedad de Beneficencia. Mientras que Bienvenida nació un año después y falleció un mes antes que su hermana. Fue la mano derecha de Sarmiento en materia de educación ya que ella se puso al frente del Colegio Santa Rosa. Cuando su hermano se exilió por segunda vez, ella también se fue a Chile y fundó una escuela en San Felipe. Ella fue quien lo escuchó no sólo en sus proyectos sino en sus desventuras amorosas. Rosario nació un año después que Sarmiento y murió en 1902. Fue profesora del Colegio Santa Rosa. Estuvo presente cuando en 1901 se inauguró en San Juan el monumento en honor a su hermano. Vivió con él en Buenos Aires y fue quien se hizo cargo de la casa que ocupó Sarmiento.

Hoy, en el dormitorio que perteneció a Rosario funciona la oficina del gobernador de San Juan. Procesa nació en 1818 y murió en 1899. Se dedicó a la pintura y llegó a ser profesora de dibujo. En 1854 fundó un colegio de arte en Santiago de Chile y en Mendoza. Y supo lo que era, como sus hermanas, seguir los pasos del Maestro de América.