Alberto de Los Ríos no sabía qué lugar de su casona acondicionar para servir los quesos de cabra y el dulce de leche que prepara. Luego de meditar por un par de horas decidió hacerlo en un entorno natural. Colocó una mesa en medio de los corrales para que los visitantes puedan apreciar el trabajo de este diferimiento caprino mientras degustan algunos productos caseros.

Este es uno de los ocho lugares incluidos en el primer circuito turístico que puso en marcha la Municipalidad de Angaco con el objetivo de hacer conocer la identidad del departamento y fomentar el turismo. Este paseo, de 45 kilómetros de extensión y de 3 horas y media de duración, se realiza cada 15 días y con guía y traslado gratuitos. El próximo será pasado mañana.

El punto de partida es la plaza de la villa cabecera, ya que representa el lugar de encuentro de todo el pueblo. Y la primera parada queda a unos 400 metros sobre calle Nacional. Allí se levanta, imponente, el Chalet Paviolo, declarado de Interés Departamental. Aunque para la gente, la majestuosidad de este edificio, resulta menos atractiva que la historia de la familia que lo construyó y lo comenzó a habitar en 1923. Los Paviolo no sólo tuvieron una de las bodegas más importantes del departamento, sino también la primera panadería que abastecía tanto a Angaco, Albardón y a San Martín, y el primer generador de energía con el que podía llevar electricidad a los vecinos más cercanos.

Por un callejón de tierra se llega a la segunda parada: la Estación de Ferrocarril Angaco Norte. Allí aún se conserva, en perfectas condiciones, un edificio construido en piedra travertino donde comenzaron a gestarse los traslados. Los viñateros locales apilaban los vinos, esperando el tren que los llevaría fuera de la provincia en busca de un nuevo mercado. Atrás del mismo puede verse un galpón de chapa que funcionaba como depósito y donde, actualmente, funcionan los talleres municipales de tallado en piedra.

El viaje continúa por calle Nacional para llegar a otro ícono de la historia angaquera como lo es el Chalet Recio. Fue construido en 1896 y conserva su estructura y fachada originales en perfectas condiciones. Con una recorrida se puede apreciar la delicadeza de las puertas y ventanas fabricadas en madera de roble traída de Inglaterra.

En la siguiente parada, 15 minutos son suficientes para descubrir que en la década de 1920 a las angaqueras les encantaba escuchar música o radionovelas, tomando mate con el brasero al lado. Testimonio de eso son las radios antiquísimas y la vitrola del año 1904 (aún funciona) que se encuentran en el Museo de Angaco, sobre calle 21 de Febrero. Allí, diferentes objetos y fotografías recrean el estilo de vida de antaño.

Un par de cuadras más allá se llega hasta la casa de un matrimonio reconocido por su artesanía. En la galería, Leonor Vargas le enseña a los visitantes cómo se hila la lana con el uso y como se arma el telar. Mientras, Sebastián Barboza, su esposo, soba las lonjas de cuero para comenzar a trenzar lazos y riendas.

Por unas huellas de tierra, impregnadas de aroma a jarilla, se llega al diferimiento caprino de Alberto de Los Ríos. El hombre recibe a la gente con una tabla de quesos elaborados en forma casera, mientras muestra todo lo referido a la cría de cabras, vacas y ovejas, y a la elaboración casera de diferentes productos.

Con la penúltima parada se retoma la historia de Angaco. Es en el monolito que recuerda la Batalla de Angaco, una de las batallas más largas y sangrientas (duró 8 horas) librada entre unitarios y federales.

Luego de tres horas y quince minutos se llega al final del recorrido, que es una verdadera fiesta para el paladar. Roberto Suero espera a los visitantes copa en mano para invitarles los vinos caseros que elabora en forma artesanal y que han sido premiados con medallas de oro.