El lugar está en silencio. La gente lee y toma nota. Mientras, el personal trabaja en su computadora. De golpe, un grito rompe la tranquilidad matinal. Pero nadie se asusta. Todos conocen el motivo: alguien se topó con una rata. Eso sucede en el subsuelo de Tribunales, donde están la biblioteca y el archivo del Poder Judicial. Allí, los empleados conviven con los roedores que, como si fueran dueños del lugar, caminan por los libros, los expedientes, los escritorios y hasta entre los pies de la gente que trabaja allí.
A pesar de que entre los pasillos de Tribunales todos hacen algún comentario que tiene como protagonistas a los roedores, nadie se anima a dar su nombre cuando cuenta cómo trabajan entre las ratas. Es que el clima está caldeado: según los empleados, ellos se quejan y las autoridades del edificio ya no saben qué hacer.
"Ya desinfectaron varias veces. Pero nada es suficiente. Vamos a tener que llamar al Flautista de Hamelín", dijo uno de los empleados de la biblioteca mientras se llevaba las manos cerca de la boca para imitar al personaje del cuento.
La última desinfección se hizo esta semana. Fue después del lunes pasado, cuando los empleados de la biblioteca se negaron a ocupar su puesto de trabajo como queja ante la invasión. "Limpiaron una habitación que estaba llena de papeles y pusieron veneno. Ahora, cuando llegamos encontramos algunas ratas muertas, pero también sigue habiendo muchas vivas", contó una autoridad del lugar.
Los empleados de ese sector dicen que el problema lleva muchos años, pero que en los últimos meses ha empeorado y califican la presencia de los animales como una plaga. Todos tienen alguna anécdota relacionada con los roedores. Dicen que varias veces alguien sacó un libro del anaquel y se encontró uno de los animalitos enganchado del tomo. También, que han estado sentados y alguna rata pasó corriendo y rozó sus pies. Y que en innumerables oportunidades han visto pasar a los animales por el piso o los libros.
Además, cuentan que todas las mañanas encuentran excremento de roedor sobre los escritorios. Y, por miedo al contagio de enfermedades, se limpian las manos con alcohol en gel constantemente.
Este diario intentó hablar con el encargado del edificio, Augusto Rago, pero no había asistido a trabajar. Lo cierto es que, según los empleados, más allá de las quejas y las desinfecciones, las ratas siguen habitando el subsuelo y aprovechando para comer los papeles a su paso.