Uno lloraba con mitad de la ropa puesta, por el cuello de la remera le salía la nariz y los ojos. A otro lo peinaban, sólo le faltaba el pantaloncito, estaba en pañales. Otro gritaba con un tubo de teléfono de plástico en la mano. Y el último gateaba en un colchón sin remera como escapando de la abuela que lo quería de cambiar. A los cuatrillizos Zavala, ayer los preparaban para que DIARIO DE CUYO le sacara fotos porque hoy es su primer cumpleaños. Ahora le dan menos trabajo a su mamá Judith que en sus primeros 6 meses, pero igual debe tener 8 manos. A veces se quieren escapar de la casa y para darles de comer es una odisea.

Amparo, Juan Pablo, Camila y Alvaro dejaban dormir a sus papás sólo 4 horas diarias y de a ratos. "Cada uno tenía un turno diferente para descansar y cuando uno lloraba despertaba a todos", comentaba Judith. Pero después de los 6 meses no se despiertan en toda la noche y quedan con todas las pilas. Los dos nenes duermen en una cuna doble y las dos nenas en otra. Y cuando lloran se escucha en toda la casa.

Una niñera ayuda a la mamá durante casi todo el día. Para darles de comer los agrupan de a 2 y, al mismo tiempo, les van dando la papilla y limpiándolos. Unos tiran la mamadera, los otros la piden a gritos con la papilla enchastrando los baberos, las mesas y a las mozas.

Bañarlos es más sencillo, según su madre, que siempre tiene ayuda de la niñera o de su marido cuando está en su casa porque trabaja con horarios de comercio. "A ellos les encanta el agua y no lloran, sólo juegan tranquilos, por eso es más fácil", decía Judith y agregaba "los metemos todos a la tina y juegan durante todo el baño".

Si la puerta que sale al patio queda abierta, los bebés quieren salir gateando. Ahí afuera tienen unas piletas y otros juegos inflables. Por suerte por ahora no salen, porque aún no saben caminar.