En enero del año 2000, una cuadrilla de trabajadores contratados para realizar obras por la empresa Telefónica de Argentina, se topó con un hallazgo que, en principio, no tenía explicación: se trataba de huesos humanos que estaban a poco más de un metro de profundidad, bajo la vereda de la Iglesia Catedral, en Mendoza pasando Rivadavia.

Diversas hipótesis circularon en aquel momento, pero la más fuerte fue que pertenecían a un mausoleo que estaba en el interior de la primera Catedral, demolida por el terremoto de 1944. Allí estaban sepultados religiosos y laicos, que hasta entonces se suponía habían sido trasladados al cementerio. El cálculo que hicieron los especialistas situaba la procedencia de los restos hacia el siglo XVIII o principios del XIX.