Muchos de los promesantes hicieron la caminata hasta el santuario de la Difunta Correa, apoyándose en palos de escoba o cualquier otro elemento que cumpliera la función de bastón. Fueron muy útiles en las zonas más empinadas del camino, como la de la Cuesta de las Vacas, donde todos usaron este tipo de apoyo para hacer menos trabajoso el ascenso.