El telar criollo es copia del de origen europeo traído por los colonizadores, aunque bien se sabe que éste se remonta a la era antigua y se utilizó en las civilizaciones chinas y orientales antes de alcanzar el viejo continente. Tuvo gran difusión desde la Puna a Cuyo, y es el que hasta la fecha sigue siendo muy utilizado por las tejedoras de estas provincias. Consta de cuatro postes u horcones que sostienen dos largueros, sobre los que asientan los travesaños necesarios para sostener la soga de los lizos accionada por los pedales o las manijas; a veces tienen travesaños accesorios para colgar la caja del peine, pieza destinada a apretar la trama. Los envolvedores se fijan con ataduras a la altura deseada por la artesana. A medida que se progresa en la producción del tejido, el envolvedor de la urdimbre se va desenrollando y el proximal va envolviendo la tela.
Este tipo de telar se utilizaba en todos los obrajes jesuíticos. Así como en el Norte y centro argentino, Cuyo, Bolivia, Perú y norte de Chile han usado telares horizontales, verticales y criollos, (aunque la mayoría del NOA eran criollos, en Bolivia y Perú horizontales de cintura y de cuatros estacas), en el sur fue y es excluyente el telar vertical, denominado Witral.
En este momento el tejido hecho en telares manuales está siendo revalorizado en casi todo el mundo ya que su elaboración tiene un alto sentido de representatividad. Es que con sólo mirar una de estas telas ya evoca y transporta a otra época.