Las carpas verdes estaban distribuidas por todo el Predio Ferial de Caucete. Había habitaciones, un comedor, una cocina, salas de emergencias, un hospital y hasta una sala de terapia intensiva. Todo para atender a los heridos y damnificados del simulacro de sismo. Entre ellas se movieron rápidamente (en un lapso de 1 hora y 45 minutos) médicos del Ejército y miembros de la Cruz Roja y del Cospep, para atender a los 100 evacuados y los 14 heridos graves que necesitaban ayuda inmediata.
Eran las 11,15 cuando comenzó la acción y los más de 60 evacuados comenzaron a moverse. De a dos pasaban al Puesto de Control. "Fue terrible, se cayó mi casa", decía una chica a quienes debían tomarle los datos. Después, la joven marcó sus huellas digitales en un papel. Y pasó a un sector en el que le entregaron ropa de cama para que ocupara un lugar en las habitaciones. Esa fue la situación que vivió cada uno de los refugiados, que se transformaron en 100 cuando llegaron las personas de la bodega en la que se simuló el siniestro.
Entre ellos hubo actores que improvisaban la desesperación de la catástrofe. Y fue un joven de remera celeste quien más impresionó a todos. Entró a los gritos pidiendo información sobre su hermano. Se descontroló tanto que salió corriendo y terminó en el suelo después de que lo tiraran los militares. Hasta expresó su angustia frente al gobernador Gioja, quien lo miró con sorpresa mientras recorría el predio.
Simultáneamente, los médicos atendían sin respiro a los heridos que llegaban en ambulancia al hospital de campaña. Algunos eran señalados como casos de código amarillo y necesitaban asistencia menor. Otros integraban la categoría de código rojo, estaban inconscientes y necesitaban terapia. Y uno de los accidentados llegó con código negro. "El paciente tiene fractura de cráneo con pérdida de masa encefálica. Cuando se trata de una catástrofe, a pesar de que están vivos, estos pacientes son irrecuperables y pasan a la zona de moribundos. Se atiende sólo a quienes tienen verdadera chance de sobrevivir", comentó uno de los médicos del Hospital Militar Regional de Mendoza.
Los engranajes se movieron hasta las 13, cuando las ambulancias dejaron de llegar, los refugiados volvieron a sus casas y los organizadores empezaron a desarmar el campamento.

