Miguel Chirino, seminarista

Todavía no se había designado a Bergoglio como Papa, cuando se dio a conocer que las próximas Jornadas Mundiales de la Juventud serían en julio del 2013, en Brasil. Para ese entonces, el venticinqueño Miguel Chirino y sus compañeros del Seminario, ya tenían calculado que no solo necesitaban bastante dinero para cubrir los gastos del viaje de al menos 30 personas -todos los alumnos que estudian para cura- sino además que tenían poco tiempo para conseguirlo. Tan solo las vacaciones de verano y algunas oportunidades más. Por eso es que todo evento fue fundamental para acrecentar ahorros: la Fiesta de Santa Lucía tuvo a los seminaristas con un puesto de venta de panchos, el 25 de mayo repartieron locro en la Iglesia de Trinidad, hasta probaron suerte con porciones de paella.

"Algunos sabíamos cocinar pero recibimos mucha ayuda. La gente es muy generosa para compartir lo que sabe hacer y para colaborar. Cada idea la llevamos a cabo con mucha ilusión”, cuenta Miguel.

Lo gastronómico no fue suficiente para planificar el viaje, entonces apremiado por el tiempo, Miguel sacó a relucir sus escondidos talentos de artesano. Con un poco de ingenio, mas sus conocimientos scouts, ideó denarios de hilo, que enseñó a sus compañeros. Cada denario fue trenzado entre todos mientras rezaban por el futuro destinatario o mientras leían párrafos de la Biblia. También fue el mentor de unos cuadritos con íconos religiosos, realizados en madera. "Fue un gran desafío y fue darle sentido de fe al trabajo”, resume la iniciativa Miguel que significó "una gran experiencia, donde muchos descubrieron lo que son capaces de hacer”.

Finalmente juntaron tanta plata que sobró y la donaron a Cáritas. "Pudo viajar el Seminario completo y fue una gran aventura. Estuvimos más días en el colectivo que el tiempo que estuvimos en Río. Valió la pena el esfuerzo porque estando cerca del Papa pudimos ver una Iglesia Viva. No pudimos contarle todo lo que hicimos para llegar a verlo, pero le hicimos llegar una invitación para que llegue al Seminario. Ojalá algún día venga de visita”, dice Miguel, que al igual que el resto de los seminaristas, todavía sigue repasando las imágenes que obtuvo en cada misa y en cada encuentro con el Papa, para rescatar las palabras y enseñanzas de Francisco.