Todavía ni siquiera se perfilaba como el personaje que produciría un quiebre rotundo en el mundo de la ciencia con su Teoría de la Evolución, cuando llegó por casualidad a un pueblito chileno. Allí, a Charles Darwin le bastó un encuentro fugaz con Domingo Faustino Sarmiento para sentir tanta admiración como para incluir su nombre en una de las cartas que le escribió a su mujer. El respeto fue mutuo, tanto así que fue Sarmiento el encargado de pronunciar un discurso en honor al científico inglés, poco después de su muerte.

Que Sarmiento admiraba a Darwin es un dato bastante conocido. Incluso el discurso que pronunció para recordarlo en 1882 fue motivo de un libro que publicó la Editorial de la Universidad de Córdoba. Pero lo que no se conoce demasiado es lo que opinaba Darwin sobre Sarmiento. Existen cartas que el científico le envió a Emma, su esposa, que están guardadas en un museo de Santiago de Chile y DIARIO DE CUYO accedió a ellas en el país vecino. Se trata de uno de los tesoros más preciados porque es escasa y desconocida la correspondencia del naturalista entre 1832 y 1835 que sostuvo con Emma Wedgwood, su prima, esposa y madre de sus 10 hijos.

En una de estas cartas Darwin escribió: "En el pueblo de Los Andes, donde me alojé por un par de días, conocí en una escuela a un profesor excepcional, mente lúcida, valiente de ideas, claridad expositiva y una profunda sencillez de alma. En el año y tanto que llevo en Chile por primera vez tengo la certeza de estar frente a un gran hombre. Me dejó su tarjeta: Domingo Faustino Sarmiento".

En este primer encuentro, ambos eran muy jóvenes. Corría el año 1832 y Darwin recién estaba despuntando su teoría y Sarmiento pasaba por su primer exilio y comenzaba a dar forma a su método de enseñanza. Hubo una segunda vez, pero cuando el sanjuanino ya era presidente de los argentinos y el inglés había alcanzado su fama como científico, que le costó tantos adeptos como enemigos. Según cuentan los historiadores, durante este encuentro Sarmiento extendió la mano al científico, la estrechó con efusión y le dijo: "Tengo el honor de saludar al ilustre reformador inglés". Darwin le respondió en un castellano bastante claro: "No es poca mi dicha haber cruzado el Atlántico para estrechar, al poner el pie en tierra, la mano de uno de mis más ilustres seguidores americanos y primer magistrado de una gran República".

Sin duda, Sarmiento fue uno de los defensores más fervientes de la teoría darwiniana. En sus párrafos lo recuerda como "uno de los más grandes pensadores contemporáneos, el observador más profundo y el innovador más reflexivo y tranquilo".

El sanjuanino siempre fue conciente del espanto y rechazo que las ideas de Darwin provocaron en muchos de los sectores de la población, porque atentaban contra los dogmas religiosos. Es por eso que en el discurso que pronunció después de la muerte de Darwin dijo: "Adhiero a la doctrina de la evolución como procedimiento del espíritu, porque necesito reposar sobre un principio armonioso y bello a la vez, a fin de acallar la duda, que es el tormento del alma".

Desde que el sanjuanino conoció a Darwin, comenzó a obtener más información y la envió a un periódico norteamericano. En una carta a su amiga Mary Mann, le dijo que él estaba alistado a los defensores del evolucionismo. Fue Sarmiento quien en Argentina planteó a través de sus escritos cómo el evolucionismo permitía explicar fenómenos y situaciones de la vida diaria. Esto se dio en un contexto especial ya que fue cuando siendo presidente, comenzó a facilitar la entrada a Argentina de muchos científicos para que estudiaran en el país y para que difundieran la ciencia.