En medio de la sala está su escritorio. El mismo en el que planificó nuevos edificios, apertura de calles, conformación de ejércitos. Está en la misma habitación que fue testigo de su pelea con Dominguito, que le pesó hasta el día de su muerte. Allí se enteró de la infidelidad de su esposa y sufrió la pérdida de su madre. En ese sitio que acaban de poner en valor, Sarmiento recogió primero apoyo y después la hostilidad de su pueblo. Los dos años de la gobernación se sumaron a los de su adolescencia y fueron los únicos en que vivió en su provincia natal. El rescate del espíritu de su gestión como gobernador de San Juan, es lo que intentan hacer desde la Casa Natal de Sarmiento. Hasta el año pasado, en esta habitación que da hacia avenida Libertador, funcionaba la biblioteca y allí realizaban conferencias y talleres. Pero ahora, con una iluminación tenue, que remite a tiempos pasados, la nueva disposición del mobiliario y los enormes retratos de Sarmiento en su época de gobernador, convirtieron el salón en un sitio cálido, donde la historia habla a través de los objetos que pertenecieron al prócer. En esta misma habitación Sarmiento recibió a Dominguito que llegó a fue a decirle que en vez de seguir estudiando iba a enlistarse en el ejército. La noticia disgustó tanto a su padre que no volvió a hablarle. En medio de esta distancia, el muchacho murió en la guerra del Paraguay. Una situación que jamás pudo superar Sarmiento y que dejó bien reflejada en su obra "Dominguito".

En esa misma época sus problemas maritales comenzaron a agudizarse. Siendo gobernador, se enteró que su esposa estaba embarazada de otro hombre. A su vez, Benita había interceptado unas cartas que Sarmiento le había enviado a Aurelia Vélez Sarsfield, con su hijo Dominguito. Las infidelidades de ambos estuvieron a punto de convertirse en un escándalo, si no hubiese sido por la intervención de Bartolomé Mitre, que calmó las aguas. En medio de todo este caos sentimental, Sarmiento sufrió la reciente pérdida de su madre, que había muerto poco tiempo antes que asumiera como gobernador. Cuando volvió a San Juan, tampoco estaba su mejor amigo, inseparable de la infancia, Antonino Aberastain. En medio de estas tragedias familiares, le tocó gobernar durante dos años. Se lo nombró gobernador interino y luego titular. Su mandato empezó con el apoyo popular, pero concluyó con un clima hostil. Sarmiento llegó a San Juan cuando Mitre, luego de la victoria en Pavón, ejerció el Poder Ejecutivo hasta ser designado presidente constitucional. Luego envió sus ejércitos para revertir a su favor la situación caótica de algunas provincias. Entonces Sarmiento fue nombrado auditor del contingente.

Poco fue lo que pudo hacer en la provincia durante su gestión, pero lo que hizo marcó la diferencia. Una provincia con mucha resistencia le dificultó la tarea. Y esa estadía le fue tan difícil como el atravesar sus primeros años en esa misma casa materna, donde las desilusiones por no poder acceder a la educación formal, fueron una constante. Sarmiento gobernó desde un sector de la casa ubicado en el lado opuesto a donde nació y creció al amparo de su madre y sus hermanas. Pero lo hizo regido por la misma pasión y convencimiento de sus ideales. Revoltoso en su niñez y su adultez, siempre contestatario, esta casa fue de sus innumerables travesuras, que él mismo narró en su libro "Recuerdos de provincia", como la de dictar intencionalmente errores a sus compañeros para hacerlos reprender. También se confesó su protagonismo como líder de una patota juvenil que se enfrentaba con piedras y palos con los muchachos de otros barrios de San Juan. La primera vez que abandonó su provincia, fue para seguir a su tío a San Luis, porque no lo habían aceptado en un colegio de Córdoba. La segunda, tuvo que irse a Chile exiliado por sus enfrentamientos con el gobernador Benavídez. Su partida de San Juan después de su gestión como gobernador, no fue menos pacífica. Es que durante los dos años de estadía en su provincia natal, sufrió vergüenza e impotencia. La falta de dinero esterilizó sus proyectos progresistas y terminó peleándose con todos. Se sintió solo y fracasado, según sus propios escritos. Así es que renunció a su cargo y pidió ser designado embajador en los Estados Unidos. Sarmiento nunca más volvió a vivir en San Juan.