Se pegan a la vestimenta, se meten por el cuello de la ropa, intentan colarse por el orificio de las orejas, aparecen entre las sábanas de las camas o caen sobre los platos de comida. La chicharra del álamo y el sauce es un verdadero tormento para la vida cotidiana en Iglesia y hay tal cantidad, que en cualquier rincón se puede agarrar puñados de estos insectos. La chicharra es una plaga que invadió a Rodeo (ahora se está extendiendo a Bella Vista y Villa Iglesia) y es tan molesta que ya afectó al turismo, pues algunos operadores reconocieron que tuvieron que devolver dinero a visitantes que no aguantaron convivir con el insecto y se retiraron de las cabañas alquiladas.

Sergio Cámera, a cargo del complejo Viejo Carretón, se mostró preocupado por la situación. ’Los operadores turísticos estuvimos aguantando sin decir nada, pero esto ya es insoportable. Estoy perdiendo plata porque ya tengo gente que se va de las cabañas y me pide que le devuelva lo que pagó’, indicó Cámera.

La chicharra desarrolla su ciclo biológico sobre el álamo criollo y permanece allí durante el verano, mientras que las heladas del invierno reducen drásticamente su población. Cuando llega el otoño y los álamos pierden sus hojas, el insecto busca refugio en lugares abrigados. En Rodeo apareció incipientemente hace dos años. En el primero, los vecinos se extrañaron, pero llegó invierno y la olvidaron. El año pasado molestó y propusieron atacarlo en la primavera, cuando empieza a desarrollarse la población, pero las autoridades no tomaron ninguna acción. ‘Entre el mediodía y la tarde no tenemos vida. Es cosa de estar sacudiéndose todo el tiempo para sacarse las chicharras de encima’, contó Ivana, quien trabaja en un local de regionales. ‘Están hasta en las camas. Dicen que a un niño se le metió una chicharra por la oreja, tuvo infección y ya no escucha de ese oído’, relató Erminda Díaz, de Bella Vista.

La chicharra no pica a los humanos y no afecta a los cultivos, sino sólo al álamo criollo y al sauce. ‘Hay poca información sobre este tipo de chicharra y por eso hemos encarado un proceso de estudio, además que no descartamos crear un programa para combatirla. La chicharra siempre estuvo, pero creemos que cuestiones climáticas, como primaveras tempranas y veranos largos, colaboraron para que creciera la población. Esto es una plaga, el insecto no será eliminado y habrá que esperar hasta la primavera para frenar el desarrollo de la población’, explicó Valeria Pantano, a cargo de la Dirección de Sanidad Vegetal de la Provincia. Pantano agregó que para tratar de reducir la actual población de chicharras, sólo queda aplicar venenos de baja toxicidad.

Por su parte, temen que la plaga se extienda a otros poblados con fuerte presencia de álamos, como Calingasta y Barreal.