Ezequiel estaba preocupado. Tenía miedo de caerse y agravar su lesión. Pero su temor desapareció cuando ocupó su lugar en la línea de largada. El dolor pasó a ser algo secundario. Como también la incomodidad provocada por el yeso que le colocaron en el brazo hace un par de días cuando se quebró el codo jugando a la pelota. Ni bien sonó la voz de "¡ya!", salió corriendo decidido a llegar a la meta y perdiendo de vista a su mamá que, desesperada y sin suerte, intentó alcanzarlo en bicicleta. Unos 100 pequeños discapacitados participaron ayer del Maratón de la Amistad, organizado por la Escuela de Educación Especial Carolina Tobar García por quinto año consecutivo. Jóvenes y adultos con discapacidades físicas y mentales también participaron de esta competencia que se realizó en Rawson.
Daniel tiene ocho años y un retraso madurativo que, principalmente, le ocasiona problemas de integración y socialización. Por eso nunca antes participó en ninguna actividad deportiva, recreativa o social que organizó la escuela a la que asiste. Pero ayer decidió terminar con su miedo a estar con desconocidos y participar en la carrera. Para alentarlo, su mamá le compró un nuevo par de zapatillas. Al principio estuvo un poco nervioso y buscó excusas como ir al baño o tomar agua para retrasar lo más posible el tener que reunirse con los demás competidores en la línea de largada.
Se animó luego de que Valentina, una pequeña de 10 años y ciega a la que nunca antes había visto, lo saludó y le contó que ella también estaba un poco asustada. Le dijo que recién está aprendiendo a usar el bastón blanco y que aún no se siente muy segura de manejarse sola. Esa confesión fue suficiente para que Daniel, luego de asegurarse de tener bien atados los cordones, saludara a su mamá con el pulgar en alto, indicándole que se quedara tranquila porque todo estaba bien.
El Maratón de la Amistad se dividió en tres categorías, teniendo en cuenta la edad y la discapacidad de los participantes. Los pequeños, identificados con una cinta amarilla, fueron los que corrieron menos distancia (sólo 350 metros) y los que se llevaron más aplausos de la gente que se apostó a la orilla de la calle para darles aliento.
