�Angualasto fue uno de los centros indígenas más importantes del noroeste argentino, entre los años 1.100 y 1.400. Los antiguos habitantes ocuparon 4 km2 y eran un grupo tan grande que llegó a conformar una cultura con identidad propia: la Cultura Angualasto. Su historia vitivinícola más cercana señala que las primeras vides llegaron a principios de 1800, de la mano de Juan Gregorio Caballero, quien también le dio gran impulso a las chacras en el lugar.
A principios del siglo pasado se montaron en este pueblo dos bodegas: una la construyó Alejandro Romera, en Buena Esperanza, paraje ubicado al Este del Río Blanco. La otra la levantó Martín Alfredo Quiroga junto con la familia Sarracina. Este último hombre fue clave en la vitivinicultura del pueblo en virtud que se valió de sus estudios de enología (en Mendoza) para diagramar todo el desarrollo.
