Hasta el mismísimo Buenaventura Luna, el personaje ícono del departamento, se encarga de guiar el recorrido gratuito que ofrece Jáchal al turismo de invierno. Y lo hace en realidad a través de sus versos, que recita con su guitarra el cantante local Marcelo "Pájaro" Caballero. La música, que llega a sacar lágrimas a los visitantes, se junta con las vivencias de las herederas de dos de los molinos del lugar, uno de los elementos más tradicionales del departamento. Así, Jáchal se deja conocer a través de aquellos que más lo quieren y más saben de él: su propia gente.

El camino, que será largo, comienza en el Museo Prieto. El lugar descubre 4.000 elementos de las culturas Ansilta, Angualasto, Diaguita e Inca. El guía allí es un gendarme, José Luis Lucero, y lo acompaña el dueño del lugar, Luis Prieto, hijo de don Ricardo, un hombre reconocido en la zona que fundó el museo. Juntos cuentan los detalles de los jarrones, los petroglifos, los morteros y los elementos de ceremoniales que dejaron los aborígenes.

El camino sigue en el Molino de Reyes, uno de los molinos harineros más antiguos del departamento, que data de 1845, fue construido por Saturnino Reyes y se mantiene en manos de sus descendientes. Quien recibe a los turistas es María Mercedes Espinoza, viuda de Reyes. La mujer de 78 años saluda con una sonrisa y dice "pasen, pasen, yo atiendo a todos, no le hago mala cara a nadie. Me encanta que la gente venga a ver el molino". Ella es la encargada de describir detalladamente cómo funciona el gran aparato de madera que, si bien está listo para hacer harina desde hace casi un mes, no anda porque todavía no llegó el trigo. Cuenta cómo vivió las buenas épocas en las que la instalación funcionaba a toda marcha. "Ahora vinieron de la Municipalidad y lo arreglaron, le cambiaron el piso, repararon las maderas. Yo estoy muy feliz por verlo tan lindo y porque la gente lo puede conocer", dice la mujer de rostro surcado por arrugas pero con espíritu joven, antes de despedirse del grupo. Allí, la esencia del lugar se siente también a través del paladar: el contingente prueba mate cocido con sopaipillas y las tradicionales tortitas jachalleras.

Al salir del molino comienza el recorrido de la Cuesta de Huaco, un camino de montaña y precipicio. La primera parada es en el dique Los Cauquenes, que se construyó para frenar los grandes caudales de agua que caían de la montaña e inundaban el lugar. Así, se transformó en uno de los primeros centros de pesca de la provincia. El agua está concentrada entre los cerros y desde la altura de la ruta ofrece una vista única e ideal para tomar fotos. Siguiendo camino se ve La Ciénaga, que es Area Protegida por las diversas formaciones geológicas que contiene. Entre ellas, se destaca el cerro El Queso y la formación conocida como El Sillón del Gigante, que se ven en detalle desde la ruta. Curiosamente, otro de los atractivos es un camión que está perdido entre los cerros porque se cayó cuesta abajo y nunca lo pudieron sacar. La gente toma fotos y el guía les indica que, a pesar de que el accidente podría haber terminado con una gran tragedia, todos sus ocupantes salieron del precipicio con vida.

El tramo que sigue es ideal para ir preparando las cámaras de fotos. Es que la siguiente parada es El Mirador, un balcón que permite conocer todo Huaco desde lo alto. Allí, mirando hacia el horizonte, está la estatua de Eusebio Dojorti, conocido como Buenaventura Luna, y en ese momento el músico entra en acción e interpreta Vallecito. Si bien algunos turistas no conocen al folclorista, cuando comienzan a escuchar los versos dedicados a sus tierras y a conocer su historia se interesan por el cantante, que termina siendo el personaje principal del viaje, y llegan a emocionarse.

El recuerdo de don Buenaventura continúa en la parada siguiente: el Molino de Huaco, donde el músico adquirió sus costumbres tradicionalistas y se inspiró para crear la mayor parte de su repertorio. La que espera al contingente allí es Arcania Castro, viuda de Nicolás Dojorti, a quien señala como primo hermano de Don Buena. Arcania es la encargada de enseñar el funcionamiento de ese molino, de contar historias del músico y de ayudar a servir las empanadas y el vino que ofrecen en el lugar. Según una encuesta realizada en cada uno de los recorridos que ya ha hecho la Municipalidad, esa es la parte del circuito que más les gusta a los visitantes, que se quedan con ganas de seguir escuchando el folclore de la zona.