La FIT, un evento que cada año reúne a los principales destinos y operadores turísticos del mundo en el coqueto barrio porteño de Palermo, es el muestrario perfecto de cómo la industria sin chimenea se apoya más que nada en el ingenio para su promoción. De ahí que haya evolucionado de una simple exposición de gigantografías a una suerte de feria de diversiones con personajes disfrazados, recorridos virtuales y reales e innovaciones para sacarse el sombrero.

“Hola, ¿cómo están?”, saluda una promotora de una empresa de viajes por agua, y sería lo más normal salvo por un detalle: la chica es de cartón. Es una figura plana, que por cabeza tiene la imagen digitalizada del rostro de una chica real. Todos se paran para hacerle fotos, y una promotora de la misma firma, parada junto al maniquí, no puede aguantar el comentario: “En cualquier momento estas nos sacan el trabajo”, profetiza.

Pero si es por comentarios, a la mayoría se lo lleva el stand gigantesco que promociona el turismo gay en Argentina, con clubes, bares, boliches, cruceros y circuitos principalmente en Buenos Aires. De fondo, la imagen de una pareja de hombres recién casados (algo legal en el país desde hace algunos meses) domina ese sector de la feria.

Otro espacio donde todos se detienen sí o sí es la casa del horror montada por una agencia de seguros para viajeros. A su alrededor hay un hombre ahorcado, calaveras, lápidas, arañas gigantes y cosas sacadas de las típicas películas de terror. Y adentro, el recorrido es similar al del tren fantasma, pero diez mil veces más espeluznante. La moraleja expresa que deja el tour es que ese es el único viaje donde dicha empresa no brinda asistencia.

Otros stands que atraen por sobre el resto son el de Brasil, donde una pareja de negros con vestidos típicos toca samba, baila y entrega folletos; el de Tierra Santa, en Buenos Aires, donde un gladiador romano se pasea repartiendo folletería; el de Guatemala, dominado por un tótem aborigen de casi 5 metros de alto; el de Mar del Plata, que consiste en una réplica exacta del edificio municipal de Turismo; y el del Sindicato de Trabajadores de Juego Azar, que atrapa a todo el mundo con su mesa de blackjack y su ruleta para pasar el tiempo con algo de adrenalina.