Sobre todo, si se la compara con la feria de la edición pasada, que fue criticada tanto por el público como por las autoridades, que la catalogaron como el punto más débil de los festejos, más que nada por el desorden, la escasa diversidad y la falta de limpieza.

Esta vez, el Predio Ferial está lleno de carpas con propuestas para todos los gustos. Una muestra de autos antiguos atrae la atención desde la entrada. Y le siguen ofertas industriales, productos regionales de todo tipo, maquinarias y artesanías, en stands bien armados con toques de color, sonido e iluminación que atraen la atención del público.

Todo se ve ordenado, a diferencia del año pasado cuando una de las críticas fue que los stands estaban mal distribuidos. Ahora, se puede ingresar y seguir el camino que marca una vereda y, a ambos lados, se puede ir viendo los distintos puestos. Luego hay que pasar por la carpa que representa al Túnel de Agua Negra, seguir ingresando a las carpas, llegar al escenario mayor y dar la vuelta para ver qué hay del otro lado. Así, la gente no se pierde nada.

Por otro lado, la mayoría de los espacios para comer están reunidos en la zona en la que está el escenario mayor, no como en la edición anterior, cuando estaban desparramados por todo el predio y ocupaban gran parte de la muestra.

Otra de las cosas que despertó quejas el año pasado y que ha mejorado visiblemente es el tema de la limpieza. Es imposible caminar sin toparse con los empleados de una empresa privada que cargan escobas y palitas para ir levantado desde colillas de cigarrillos hasta folletos y papeles.