Intentar contarlo escribiéndolo en palabras es directamente imposible. Porque se podrá sumar adjetivos y más adjetivos pero nunca transmitir la adrenalina que se siente en ese momento. Es un viaje de locos, eso sí. Es el que nosotros, los periodistas sanjuaninos y mendocinos, hacemos todos los días en Luanda. Ahora la caravana pasó a Namibe, donde, todo es más tranquilo porque es un “pueblo chico”. Por suerte, porque soportar más días a este ritmo de traslado podría acabar con nuestras fuerzas. Claro que para nosotros, los argentinos, el Mundial volverá a la capital angoleña y otra vez la odisea.
Desde Dream Space Hotel donde está el alojamiento oficial para los periodistas hasta la zona céntrica o el aeropuerto son alrededor de 40 minutos de viaje. Por suerte hasta el estadio donde se juega el Campeonato apenas son 15 minutos. Pero son tan estresantes unos como otros. Acá, los extranjeros, no pueden moverse solos. Más todavía si se trata de periodistas. La policía tiene que andar custodiándolos. Entonces, las combis que son utilizadas para el traslado llevan siempre una camioneta con uniformados (armados hasta los dientes) y, en algunos casos, una moto que va limpiando el camino. Hablar del tráfico (foto), a cualquier hora, es decir que se asemeja a un infierno. Miles y miles de autos formando colas de, en algunos casos, varios kilómetros. Los policías van allanando el camino como sea. Con sirenas, a bocinazos. Pegándole, por ahí, patadas o trompadas a los autos que interfieren. En algunos lugares de paso, la escena es estremecedora a los costados de la ruta. Por cómo vive la gente. Por cómo trabaja. Por cómo se mueve. Pero es su forma de vida. Muy distinta a la nuestra. Con la humildad y la pobreza a flor de piel pero con el orgullo de estar en paz y no en guerra. El tiempo va pasando y los nervios no decaen. Los policías y la combi se meten por rincones increíbles. En otros elevan el acelerador hasta los 100 km/h. Por ahí en contramano y desafiando a camiones gigantes que se hacen al costado. Porque si hay algo que tienen los angoleños es que son respetuosos y obedientes al máximo. Claro, se trata de la policía, que mete miedo por su autoridad. Hasta que empieza a divisarse el objetivo. Fin de viaje. ¡Por fin!