Como cada año, la Fiesta de la Tradición ofreció -además de alegres pero tibios fuegos artificiales-, una trastienda entretenida y de variada índole -tan mutante como el repertorio de los folklóricos y la proliferación de vendedores ambulantes-. Así, el campo de acción vislumbró ranchos típicos, símil feria de las pulgas y playroom improvisado para los niños inquietos -y “que no dejan ver nada con tranquilidad”, dirá una mamá molesta-. El sector gastronómico, a diferencia del año anterior, elevó sus costos y resultó carísimo. Por ejemplo, la porción de chivo a la llama rozó los 50 pesos y en la mayoría de las ofertas mostró porciones magras -y casi patéticas-. En ese tren, a la entrada de ingreso al predio (20 pesos) se le sumó un costo promedio de mesas de 30 (las 4 sillas) a 50 pesos (el tablón con 8 asientos).

El espacio de las artesanías (más piola para las billeteras) despuntó collares de 10 a 30 pesos, anillos a $10, infaltable piratería (DVD truchos a 10 pesos) y hasta nutridos helados (para muchos no importó el frío nocturno).

Para los chicuelos revoltosos, la solución fue un castillo inflable a 3 pesos los 10 minutos. ¿Bebidas? Cervezas a $12, vinos de 10 a 20 pesos, Fernet a 25 y gaseosas de 10 a 5 pesos. ¿La posta? Las familias gasoleras y sus conservadoras -un clásico tan infaltable como sus mates vespertinos en el anfiteatro-.