A diario viaja en colectivo desde Carpintería, donde vive con una pariente, y dice que siempre encuentra algún atento que le ayude a subir y bajar su silla de ruedas. Sus viajes son para vender las artesanías que ella misma hace y otras que consigue para revender. Con ello busca pagarse un tratamiento alternativo para un cáncer que apareció en su útero hace 1 año y 7 meses y que se extendió a varias partes de su cuerpo a pesar de la quimioterapia. Sin familiares directos ni hijos, Gladys Ocampo, de 52 años, no se da por vencida y asegura que lo único que busca es pasar lo que le quede de vida de la mejor manera posible.

Sus puntos de venta siempre son las iglesias, especialmente en fechas religiosas y fiestas patronales, ya que sus manualidades tienen que ver justamente con el tema: hace rosarios con piezas de madera y angelitos de resina. "Los moldes me los regalaron unas monjas y yo junto para comprar los materiales con lo que vendo", cuenta Gladys. Pero, aunque no haya ningún evento especial, ella lo mismo se instala para hacer sus ventas en la puerta de la Catedral, en la de Don Bosco o en María Auxiliadora.

"Yo nunca salí a pedir. Ofrezco estas cosas y, a cambio, la gente me da una colaboración", aclara. Ella recibe en forma gratuita el tratamiento convencional con químicos, al igual que los pasajes para ir a Buenos Aires (donde la atienden). Pero, como no hubo mejoras, hace 8 meses recurrió a la medicina alternativa. "Eso no lo cubre la obra social. Son gotas y ampollas caras, pero me han hecho muy bien. Antes no me podía ni levantar y ahora me siento mucho mejor", comenta.

Por eso, Gladys, a pesar de su enfermedad y su discapacidad motriz, se armó de fuerzas para salir a la calle para conseguir el dinero. Por un accidente automovilístico le tuvieron que cortar la mitad de su pierna izquierda hace más de 10 años. Sin embargo, eso no la desalienta. "Yo recibo mucha ayuda de la Iglesia. Tenía quebradas las ruedas de mi silla y unas monjas me la arreglaron poniéndoles unas de carro de supermercado. Hasta me han prometido que me van a poner una mesita para que venda en la puerta de la Catedral cuando vuelva de Buenos Aires, en unos 15 días. Lo único que quiero es pasar lo mejor que pueda mis últimos días", dice sonriente.