Saide era un personaje en San Juan y su muerte caló hondo en el corazón de quienes la conocieron. La mujer caminaba sin descanso con el objetivo de ganarse la vida vendiendo los productos árabes que elaboraba con sus propias manos. Soportaba el calor agobiante del verano, el frío que helaba la sangre propio del invierno, con lluvia o viento Zonda. Recorría la ciudad de punta a punta cargando una pesada valija verde, ayudada con un carrito con ruedas.
Ingresaba a las oficinas, tocaba timbres, se acercaba a quienes descansaban en los bancos de la plaza. Vendía sin parar. Sus alimentos eran una delicia. Saide Wakin de Perramón, siempre amable, tenía el aroma inconfundible de los kepis o el kebbe que preparaba haciendo honor a la tradición familiar.
Tenía 37 años y seis hijos que alimentar. Por eso junto a su marido se esforzaban mucho. Nada los hacía decaer. Cuando terminaba la larga jornada de ventas, tomaba el colectivo hasta su casa, y al otro día volvía a empezar.
Sin embargo, el 2 enero de 1997 el destino le jugó una mala pasada. Ella, su esposo y uno de sus hijos consumieron una conserva de puré de garbanzos que habían preparado. Al día siguiente, su esposo Luis comenzó a sentirse mal. Como la mujer no se encontraba en casa, uno de los hijos llamó a la ambulancia que trasladó a su padre, totalmente descompensado, hasta el Hospital Rawson.

Horas más tarde, Saide llegó a la vivienda y al enterarse de lo ocurrido decidió ir al nosocomio para ver cómo seguía su pareja. Todo mientras comenzaban a aparecer en su propio organismo los primeros síntomas de la enfermedad que les terminaría costando la vida: el botulismo.
Cuando llegó, los médicos no lo dudaron. Al notar que la sintomatología era similar, decidieron dejarla internada. Los chicos habían quedado al cuidado de la abuela paterna, quien se dio cuenta que Luisito, de dos años, también estaba enfermo. El más chico de los niños quedó internado en el Hospital de Niños, en gravísimo estado.
Al tratarse de una dolencia poco habitual y prácticamente erradicada, las autoridades de Salud Pública debieron solicitar a Buenos Aires dosis de antitoxina botulínica, ya que no existía en la provincia. Sin embargo, la respuesta no fue la esperada. Allí sólo tenían una ampolla, por lo que tuvieron que pedirla a Estados Unidos.
Y si bien las dosis finalmente llegaron, las toxinas habían avanzado en los cuerpos de manera considerable. Siempre estuvieron en Terapia Intensiva, conectados a un respirador artificial. El 21 de enero murió Saide y dos días más tarde Luis. Finalmente, el 25 de enero fue Luisito el que no resistió y también falleció como consecuencia de una falla multiorgánica, en la que pulmones, riñon y corazón. La enfermedad destrozó a una familia entera.
Qué sucedió
Al parecer, Saide y Luis habían preparado cuatro frascos de Hummus por encargo. Como a los clientes no les agradó el sabor, devolvieron dos de los tres frascos que compraron. El único recipiente abierto se lo regalaron a una empleada, pero como tampoco le gustó, también volvió a casa de los Perramón. Los análisis realizados en Mendoza corroboraron que fue esa la preparación en mal estado que los intoxicó.
Probablemente en el transcurso de tiempo entre que el alimento fue preparado y consumido, la bacteria encontró las condiciones favorables para desarrollar la toxina del botulismo.
Nadie antes había tenido problemas con las comidas árabes preparadas por el matrimonio.

