El domingo pasado se fue uno de los personajes más pintorescos de San Juan. Pero su recuerdo y su oficio, no. Se trata de Juan Hilario Vega, a quien todos conocían como ‘Cachito‘, que por más de 60 estacionó su carro en la esquina de la Escuela Sarmiento para venderle golosinas a los chicos. Ahora su hijo continuará con el legado, tanto para sobrevivir como para rendirle un homenaje a su padre.

En 1950, Cachito estacionó por primera vez su bicicleta vitrina en la esquina de Libertador y Alem para venderle golosinas a los chicos que llegaban a la Escuela Sarmiento. Tres años más tarde logró comprarse una moto y un carro que le permitió agrandar el negocio, pero manteniendo la modalidad. Tantos soles y fríos acumulados a lo largo de los años de trabajo le fueron debilitando su salud. Pero recién en el 2013 decidió abandonar el oficio, aunque no del todo. ‘A las 5 de la mañana se levantaba para ayudarme a cargar el carro con las golosinas y a decirme que por nada del mundo tenía que abandonar mi puesto de trabajo. De vez en cuando me caía de sorpresa para vigilar que estaba trabajando en la esquina de la escuela. Un día quise dejar el carro para ir al baño, pero los otros vendedores me hicieron seña de que en la esquina estaba mi papá vigilándome así que me tuve que aguantar las ganas de orinar‘, dijo José Vega, el hijo del medio de Juan, que tomó la posta de la venta de golosinas en la Escuela Sarmiento y sus alrededores.

Hace un año Cachito quedó en silla de ruedas por un problema de arterias en las piernas, pero ni así dejó de lado su oficio. Todos los días salía a la vereda de su casa de Villa del Carril para convidarle golosinas a los niños que se acercaban a saludarlo. ‘Tanto Cachito como su carro se hicieron famosos y fueron conocidos por miles de personas. El año pasado, para el aniversario 150 años de la Escuela Sarmiento, los exalumnos de la promoción 75 le hicieron un homenaje y las autoridades escolares le entregaron una placa de reconocimiento por ser buena persona y por su espíritu de servicio. Ese recuerdo y lo que generó en tanta gente fue su mejor recompensa‘, dijo Daniel, su hijo mayor.

El 29 de diciembre del año pasado, y tras haber protagonizado un preinfarto, Cachito quedó internado. Le diagnosticaron neumonía e infección urinaria. Debido a una descompensación el 3 de enero pasado quedó en coma. No volvió a despertarse.

Una habitación de su casa se convirtió en un museo. Sus hijos guardan allí las fotos en la que Cachito aparece recibiendo los reconocimiento, las notas sobre él que publicaron los diarios locales y hasta el carro donde cargaba las golosinas, los sánguches, los bollitos en forma de caracol y las gaseosas para venderle a los chicos. Sus familiares no descartan en un futuro transformar esa habitación en un museo para que todos conozcan la historia de este hombre que por más de 6 décadas le llevó dulzura a los chicos. También mostrarían la moto PUMA que Cachito se compró en 1953 para llegar más rápido hasta su punto de venta. ‘A su sepelio fueron muchos exalumnos que le compraron un caramelo. Nos reconfortó ver el cariño que generó entre tanta gente‘, dijo José.