En esta esquina, el humo aderezado y expansivo de los costillares criollos a las llamas. En esta otra, la ola aromática de las empanadas chilenas de carne con pasas y aceitunas negras. Los olores se miran, se miden y se lanzan al centro del predio del futuro Centro Cívico de Rivadavia. Y cuando se encuentran, en lugar de batirse a duelo, bailan una cueca. En el medio, indecisas por uno u otro, quedan las miles de personas que entran al lugar para disfrutar del debut de la Fiesta de las 2 Puntas, una celebración de la integración sudamericana a través de la cultura, el arte, la academia y, por supuesto, la gastronomía.
"Esta fiesta pretende ser un apoyo al largo esfuerzo que el gobernador Gioja viene realizando para la construcción del túnel de Agua Negra", dice al micrófono el intendente Elías Alvarez segundos antes de cortar la cinta inaugural en el predio de calle Calívar. Y cuando lo hace y entra, seguido por una comitiva de funcionarios sanjuaninos y chilenos (y después de que la banda de música de la Policía interpretara los himnos de Argentina, Chile, Brasil y Uruguay), los aromas de la integración se convierten en los verdaderos anfitriones.
La primera carpa de artesanías también anticipa el espíritu de la fiesta: cabezas en piedra de la Isla de Pascua y tallados en madera de estirpe chilena por allí, mates y cuchillos hechos con tradición argentina por acá. De fondo, una gigantografía con el recorrido del Corredor Bioceánico, del que el futuro túnel transcordillerano pretende ser el broche de oro.
Atravesada la carpa, vuelve la hermandad aromática. La gente, que se va acercando al escenario al tiempo que mira de reojo los pollos y lechones asados, hace una posta obligada en otros dos stands: el de los jamones criollos y el de la pierna de ternera chilena. Ya vendrá la actuación de La Barcarola y seguirán los shows, pero al menos para arrancar, la comida ya se encargó de hacer que en este lugar todos se sientan orgullosamente sudamericanos.