Fue en la cima de un cerro boliviano, donde todos los años el pueblo honra a su patrona Nuestra Señora de la Candelaria de Copacabana, cuando Sabina Franco de Aguilar se dio cuenta que tenía que llevar una imagen a San Juan. La mujer, cuyos ancestros tienen sangre boliviana, hizo todo para que la patrona de ese país desembarcara en esta provincia. Y no se conformó con esto ya que logró que la festividad religiosa en su honor fuera creciendo tanto que ahora vienen danzantes de distintas provincias a participar de la celebración. La imagen llegó hace 30 años y es custodiada como uno de los tesoros más preciados de la familia. Mañana se llevará a cabo dos procesiones en su honor. Una en la Catedral y la otra en el barrio Aramburu, a las 12.

La pequeña capilla está justo al lado de la casa de la familia Aguilar Franco. En el centro, la imagen de la Virgen. El lugar está impecable. Algunas banquetas sirven para que la gente pueda rezar y hay un portavelas para los promesantes. La imagen está sobre un mesón, luciendo un imponente vestido rosado adornado con piedras y flores. Allí, el clima de fiesta empezó a sentirse desde hace unos días. Es por eso que el pequeño templo comenzó a cubrirse de gallardetes multicolores, como los trajes que usan los danzantes. Si bien, la imagen llegó a la provincia en 1984, la procesión se realiza desde hace 10 años. Desde entonces, la celebración creció tanto que llegan danzantes de otras provincias. Esta actividad es organizada por la Asociación Fraternidad Cultural Boliviana Centralista.

Sabina Franco se puso al hombro la logística del festejo desde que su esposo falleció, hace 4 años. Pero la mujer no trabaja sola. Sus 5 hijos son los que ayudan a que la patronal, que va creciendo año a año, tome forma. “Siempre fui devota de la Virgen. Es algo que heredé de mi madre”, contó Sabina, que no se cansa de recordar el momento en el que trajo la imagen de Bolivia. “Con mi esposo y mis hijos muy chicos nos fuimos a Bolivia para la fiesta de la Virgen. Fui con la plata justa del pasaje. No teníamos dónde alojarnos ni qué comer, pasamos muchas penurias. Pero le hice una promesa y me la cumplió. Al año siguiente volví a ese lugar en nuestra camioneta 0km, que adquirimos con nuestro trabajo”, aseguró la mujer.

Los Aguilar llegaron a San Juan con la imagen y levantaron un pequeño templo en Concepción, donde estuvo por 10 años. Luego de esto, la familia se mudó a la villa Saffe, en Capital y a pulmón, comenzó a levantar un galpón donde hoy realizan las patronales. Pero, como la comunidad boliviana es muy inquieta, ya empezaron a construir una iglesia más grande a unas cuadras de este lugar.

En un comienzo fueron 6 familias bolivianas residentes en la provincia las que se reunían a rendir honor a su patrona. Fueron sus hijos los primeros en danzar. Y de ahí en más surgió la idea de bailarle a la Virgen todos los años, tal como se hace en Bolivia. Un ritual similar se lleva a cabo con la Virgen de Andacollo.

Cada año, a principios de agosto, la calle Laprida, donde se encuentra la pequeña capillita, se transforma en un sitio en el que se reúne una multitud a rezarle a la Virgen y a ensayar la danza que bailarán. Es cuando Sabina se transforma en la anfitriona.

Este año llegarán más de 450 danzantes y unos 300 promesantes desde Buenos Aires, Mendoza, San Luis y hasta de Córdoba. Sabina contó que, a modo de promesa, todos los años realiza un almuerzo para estos visitantes, que es solventado por su familia. El próximo domingo prepararán asado a la olla.