“Cuando les dije a mis hijos que no había agua en la casa y que íbamos a tener que buscarla de una pileta, se les vino el mundo abajo. Ellos no sabían lo que es vivir sin agua de la canilla’. Andrea Avila es madre de 8 chicos y reflejó lo que pasa en Bermejo. Allí hay una generación de chicos que creció sin conocer el drama de la falta de agua, pues ese pueblo caucetero cambió su vida en 1998, cuando se inauguró el acueducto. Sin embargo, tras una creciente que arrasó con parte de la cañería el mes pasado, los habitantes retrocedieron 14 años y volvieron a acarrear agua desde una pileta y a racionarla en tachos, que se van acumulando en los frentes de cada vivienda.
La pileta en la que los camiones municipales dejan el agua, tres veces por semana, está en el centro de Bermejo y hasta allí llegan todos los habitantes del pueblo, a buscar su ración de 200 litros por familia. Los bocas de expendio están encadenadas y son los miembros de la unión vecinal los que pueden abrirlas. Esto les permite llevar un registro y asegurarse que todos reciban su parte. El problema es que los vecinos que viven más lejos y no tienen en qué llevar los tachos deben pagar por los fletes, que van de los 10 a 20 pesos. Ayer hubo una reunión entre vecinos y autoridades del municipio, en la que acordaron que además del abastecimiento en el corazón del pueblo, dejarán agua también en el ingreso a Bermejo y en el caserío cercano al Puente, para que a esos habitantes les quede más a mano el recurso.
‘Yo vivo en la entrada del pueblo y no tengo para pagar el flete, así que me quedé sin agua. No puedo ni lavar los guardapolvos de los niños’, cuenta amargada Norma Pelaytay. Ir al baño, lavar los platos o la ropa se convirtieron en tareas donde cada gota de los tachos vale doble. Además, si bien los vecinos ponen lavandina y hierven el líquido, confiesan que tarde o temprano empezarán los problemas gástricos y las diarreas.
Lo positivo entre tanto drama es que ya empezaron las clases en la escuela República Argentina, pues pudieron llenar la vieja pileta del predio. Sin embargo, no es para consumo humano sino para poder usar los baños, por lo que cada alumno debe llevar su botella con agua, que debe durar toda la mañana. Igual, los docentes afirman que pese a los recomendaciones, algunos chicos no aguantan la sed y beben directamente de las canillas de los sanitarios. En realidad, las madres dicen que no están dadas las condiciones para tener clases, pero quieren que sus chicos estudien. Mientras tanto, suplican por la obra de recuperación del acueducto, que empezó ayer. Pero es tanta la desesperación de estos cauceteros, que los hombres ayer se ofrecieron para ayudar con los trabajos, con la vana ilusión de que eso pudiera acelerar los tiempos.

