Diez semanas o el equivalente a 70 días sin ir a la escuela, sin clases presenciales, sin el contacto afectivo con compañeros y con docentes, son un tiempo considerable para hacer reflexiones. El especialista Jorge Baletti quien además de dar clases en diferentes ámbitos de Educación Superior, hace unos días fue protagonista de un encuentro virtual, organizado por la Biblioteca Popular Juan Pablo Echagüe, donde planteó su visión sobre las disrupciones en el optimismo tecnológico en el proceso de enseñanza-aprendizaje- comparte sus preocupaciones respecto al momento educativo que están atravesando docentes, alumnos y familias al ritmo de la pandemia, pero además deja en claro sus aspiraciones e intereses para sacar un aprendizaje de esta difícil situación. 



- ¿Cómo evalúas el proceso educativo que se está desarrollando en estos días de cuarentena?
Estoy preocupado por el optimismo que parece haber generado el recurrir a la educación virtual o como a mí me gusta llamar, la educación virtualizada, a la que se le están atribuyendo supuestas ganancias cuando en realidad, me parece que genera pérdidas. No se pueden ser tan necio para decir que no sirve pero como todo en la vida, tiene que tener un tope. Por ejemplo, ¿es bueno un nivel de cordialidad y hasta amistad, de chiste y de humor dentro del aula? Claro que es bueno, pero tiene que tener un tope porque en algún momento hay que sentarse a estudiar, discutir, leer. ¿Está bien hacer recreos? Y sí, está bien y es necesario pero en algún momento hay que ponerle un límite para que se favorezca un ambiente propiamente educativo. Para mí, ocurre algo similar con la tecnología. ¿Está bien haber recurrido a lo virtual? Por supuesto, en la medida en que medie adecuadamente un proceso de enseñanza-aprendizaje, pero llega un momento que hay que dar lugar a los otros componentes de la educación que son fundamentales como la emocionalidad, el pensamiento crítico y la conexión con los otros. Eso está faltando en las clases en este contexto de la pandemia.



- ¿La tecnología limita o impide la emocionalidad, el pensamiento crítico y el contacto con el otro?
La tecnología es una herramienta, un medio para un fin cuyos objetivos son, desde el inicio de nuestro sistema educativo, proveer a la sociedad de un ciudadano con valores humanos, éticos y ciudadanos, promover el pensamiento crítico y un tipo de formación que lo ayude en el mundo del trabajo. Si la tecnología ayuda a llegar a ello, bienvenido sea. Pero no es el centro de acción. Hay que tener en cuenta que lo tecnológico fascina, tiene el efecto de "espejito de colores", lo hace todo más atractivo a los sentidos. Pero no puede cumplir las funciones humanas de la gestión de las emociones o el vínculo colectivo que necesariamente implica el sistema educativo. Seríamos injustos con lo tecnológico si pretendiéramos eso, que solamente puede darse con la intermediación del famoso factor humano, que es irremplazable, es insustituible. Por ejemplo, con el modelo 1-1, un alumno, una pantalla, se obtura el ingreso de otras miradas, otras opiniones, falta la dimensión colectiva, en el sentido más genuino del término. 



- A esta altura de las circunstancias, ¿cuál es el error en el que ha caído la escuela?
Mirando retrospectivamente, la primera semana en la que se decidió que los chicos no irían a clase, entre el 16 y 22 de marzo, incluso antes de decretar la cuarentena, tanto el presidente como las autoridades educativas repitieron miles de veces esta frase: este tiempo no son vacaciones. Me pareció, por un lado, una obviedad y, por otro lado, una declaración incompleta ya que si no estamos de vacaciones, pero no estamos en la vida normal, no estamos en la escuela normal, entonces ¿cuál es el espacio en que estamos? Creo que con este solo enunciado se creyó que ya estaba definido, pero no es así porque este espacio extraordinario significó pruebas evaluaciones, contenidos, emitir pautas poco claras, las famosas guías que son una pesadilla para alumnos, padres y docentes. Fallamos en el análisis inmediato de la situación, más allá de las situaciones puntuales y los alcances y desigualdades.



- ¿No se definió cómo situación extraordinaria?
Claro y es necesario para poder ubicarnos que una cuarentena no es una situación para nada habitual por lo tanto no le corresponden actividades de la vida habitual. Ni siquiera la educación presencial, clásica o tradicional pudo prever ponerle un nombre y una forma a este tiempo ni pudo tener en cuenta la emocionalidad que marca que un niño no iba a poder aprender como lo hizo hasta ahora, que el maestro no iba a poder enseñar en un momento de alteración emocional global. La escuela no reaccionó eficientemente. Entonces se recurrió o se echó mano a la educación tecnológicamente mediada como solución sin poner en discusión los verdaderos objetivos de la educación, en un tiempo marcado por la pandemia. 



- ¿Hay contexto para esa discusión?
Creo que no. Creo que nos estamos enfrascando en educación virtual si, educación virtual no. Pero no estamos teniendo suficientemente en cuenta que ante una situación de emergencia, la escuela requiere de otro rol. Como docente me preocupa porque no hemos podido mirar más allá de la pandemia y pensar o discutir para cuando esto pase, porque en algún momento va a pasar, ¿si vamos a volver a enseñar sin tener en cuenta la emoción de los alumnos?, ¿si vamos a volver a enseñar sin plantear textos críticos que ayuden a pensar qué nos pasó?, ¿si vamos a seguir enseñando desconociendo el rol social de la educación y de la importancia de la escuela como espacio de encuentro colectivo? Sólo se ha centrado lo educativo en los contenidos. Pero no se ha planteado preguntarse acerca de la experiencia ni mucho menos problematizar la cuestión educativa. 



- ¿Quién debiera hacerse esas preguntas?
El ministerio como las esferas institucionalizadas naturalmente están preparadas para continuar, no para hacer una disrupción, un quiebre y es lo que es lógico. Las familias no tienen por qué estar involucradas en develar el sentido de lo educativo, de todos modos, pueden acercar inquietudes, opiniones, experiencias. Quienes tenemos que hacerlo somos los docentes con nuestros alumnos porque somos los actores, es más somos los artesanos de la Educación. Pero ahí hay un puente roto. En muchos casos ni siquiera se sabe lo que piensan los alumnos. Por estos días, en las clases virtuales con mis alumnos, no importa que podamos trabajar en la mitad de los contenidos para priorizar la necesidad de buena parte de los estudiantes por hablar de las emociones que estamos viviendo todos. Hay que tener en cuenta y generar un espacio educativo a esta locura, a esta alteración, confusión que compartimos, de una u otra manera. Todos estamos perdidos ante esta amenaza del virus, que es muy real y estresante.



- ¿Se puede dar clase con miedo?
No se puede desconocer un principio básico de la educación que es que para enseñar y para aprender se necesita un contexto emocional adecuado, lo dijeron educadores de todos los tiempos. La predisposición de que un conocimiento sea significativo o importante depende de cuánto significa emocionalmente algo para esa persona. Tanto el alumno como el docente están involucrados en lo mismo. 



- ¿Estos dos meses y algunos días más han sido tiempo perdido educativamente hablando?
No, al revés. Me parece que ha sido un campo de lucha, pese a que yo hubiese deseado que lo educativo abonara a mayor paz, a mayor tranquilidad, pero tenemos la Educación que tenemos y funcionó como un fogoneo más de la situación. Lo cual es lógico porque no somos Finlandia, somos un país preocupado por la formalidad, por cumplir, tan rígidos en nuestro pensamiento que nunca se nos ocurrió modificar el año escolar, suspender y cambiar los contenidos a trabajar. ¿Por qué no enseñar en este semestre meditación, cocina, artes plásticas, comunicación, gestión de las emociones en lugar de seguir al pie de la letra los contenidos de matemática, historia, geografía? No fue un tiempo perdido, para nada. Pero creo que va a ser un tiempo ganado en la medida que los docentes reflexionemos en lo que nos ha pasado, hagamos oír nuestra voz y utilicemos nuestra creatividad para plantear nuevas posturas. 

 

  • Un analista del conocimiento y la comunicación

Jorge Baletti nació en Fuerte Apache y pese a haber pasado por diferentes lugares del planeta, eligió hace casi 20 años, San Juan para vivir. Le gusta la tranquilidad, el clima pero especialmente la cantidad de buenos amigos que ha encontrado aquí. Se autodefine, entre muchas otras características como que por ejemplo es un viajero feliz- formalmente movilizado por dos intereses fundamentales: el conocimiento y la comunicación entre las personas. Por eso, es educador. Es profesor de Filosofía, licenciado en Gestión Educativa, con dos diplomaturas (una en Derechos Humanos y otra en Ciencias Sociales). Además está terminando una maestría en Psicoterapia sistémica. Trabaja como docente de nivel superior (en ASIC y la Universidad de Congreso), da capacitaciones, charlas y actividades para grupos. También ofrece espacios de conversaciones individuales o de pareja para mejorar la calidad de vida de las personas. Es voluntario en "Convivencia San Juan", entidad que se dedica a la prevención de la violencia de género (con abordaje a varones) y en organizaciones dedicadas a la promoción de los derechos de la comunidad LGBTIQ". 
 

  • Previsor y comprometido

Un espacio televisivo donde el presidente Aníbal Fernández adelantaba -antes de imponer las medidas de aislamiento- lo que serían los futuros y largos días de los argentinos, fueron determinantes para Jorge. Esa noche no pudo dormir porque los pensamientos sobre lo que podría pasar se apoderaron de su desvelo. Su inquietud era cómo iban a reaccionar las personas. Algo tenía que hacer. Así, espontáneamente y con un gran compromiso con los demás, surgió Apoyo Emocional Solidario: un espacio de contención gestionado con ayuda de un grupo de sus propios amigos entre los que hay muchos psicólogos pero además docentes, coaches, fanáticos de la meditación- que se pusieron a disposición de la gente para escuchar, dar contención de emergencia y apoyo ante situaciones de angustia o estrés. El espacio es voluntario, gratuito y anónimo. Según cuenta Jorge, los primeros días los que llamaron fueron muchos, pero con el tiempo se fueron calmando. De todos modos, sigue vigente el servicio que se brinda de manera virtual: se puede pedir una o varias charlas (dependiendo la disponibilidad de los profesionales) por mensaje a su teléfono 0264-4989280 y sus cuentas en redes sociales (se lo encuentra en Facebook e Instagram con su nombre).

Fotos: colaboración Jorge Baletti y archivo DIARIO DE CUYO