Cuando uno piensa en un amigo, piensa en alguien que siente fundamentalmente cariño por el otro. Y se vuelve empático con lo que le pasa. Por ende, es alguien que quiere lo mejor para el otro. Que no puede dejar de desearle un buen presente y por supuesto, un futuro mejor. 


Pero también, si uno se remite necesariamente a la experiencia, con un amigo es con quien se comparte momentos, algunos buenos, otros no tanto.


Seguramente habrá muchas otras definiciones y anécdotas que ayuden a definir este rol. Sin embargo, esas pocas que se enumeran aquí sirven para describir a un grupo de personas que llevan adelante un rol fundamental: el de ser "amigos invisibles' a través de la solidaridad. Y, vale aclarar que no es un juego, como el que se hacía de niños con el intercambio de papelitos a la espera de un regalo con destinatario pero sin remitente. Lo que ellos hacen y se cuenta en esta nota -si bien no tiene nombres personales muchas veces, están bajo el anonimato e inclusive se hace a la distancia pero genera un movimiento enorme - viene impulsado por un gran compromiso y afecto -. Entre ellos hay tácitamente un anhelo por mejorar situaciones y condiciones de vida. Y hay un compartir, lo que hay, lo que se consigue, lo que se puede dar. Que las historias de estos sanjuaninos sirvan para imitar y generar un verdadero movimiento de amigos que aunque no se conozcan y tengan necesidades diferentes, puedan hacer una sociedad mejor.


Para estar cerca (de Estados Unidos a Caucete)

 

La pandemia logró, entre muchas otras cosas, cancelarle el anhelo de volver a su tierra natal a Daniela D. (NDR: no se revela el apellido para respetar el anonimato con el que ella lleva adelante su accionar). Hacía años que venía planificando ese viaje del reencuentro, después de dos décadas de una nueva vida en Estados Unidos. Ella se fue de la provincia en el 2000, allá nacieron sus hijos y hasta se graduó recientemente y con honores como psicóloga. Ahora trabaja en un instituto de inglés y tiene cerquita a su mamá y uno de sus hermanos. Pero por diversas razones nunca más volvió aquí. Y este 2020 era la fecha elegida para regresar a San Juan. Hasta que el mundo se paralizó por el coronavirus. Sin embargo, lejos de entristecerse, esta mujer generosa por sobre todas las cosas, siente que estos meses de junio y julio la encuentran más cerca de San Juan, que nunca. Es que a miles y miles de kilómetros de distancia de la provincia donde sigue viviendo su papá, su abuela, su hermano y sus tíos, encabezó una campaña para ayudar a los pobladores de Marayes en un principio y luego también a quienes viven en Bermejo y Las Chacras, todas localidades cauceteras ubicadas entre 105 y 200 kilómetros de la ciudad, donde viven en total unas de 50 familias. 


La campaña en cuestión consistió -y sigue vigente- en recurrir a sus propios amigos, ninguno argentino solo por citar un dato, para que hagan aportes económicos para poder iniciar un camino de ayuda con proyección en el tiempo para que no signifique solo entregar alimentos y ropa sino intentar asistirlos en otras cuestiones fundamentales para la supervivencia como es la atención sanitaria y además tratar de cultivar ahí la necesidad de generar proyectos propios que les permitan subsistir y salir adelante. A decir verdad, en poco tiempo pudo tener obtener dinero de muchísimas donaciones de familiares, amigos de la vida, vecinos, conocidos, contactos de redes sociales. Pero en la mitad del trayecto de su objetivo, se encontró con otros grupos de amigos solidarios, esta vez, viviendo en San Juan que le facilitaron poder concretar su iniciativa.

Una red de contención


Todo este movimiento voluntario se desató luego de que navegando por Facebook a Daniela le llamó la atención una página de Marayes. Ese espacio virtual creado por uno de los lugareños -después se enteraría que fue César Díaz- pretendía develar con imágenes y palabras la dura realidad del lugar y sus alrededores. Esa situación la inquietó, la movilizó y quiso hacerles saber sus intenciones de hacer algo. 


"Vi que allí estaban prácticamente abandonados y aislados por la pandemia y que no recibían ayuda, que no hay un médico o un enfermero que los asista cuando se enferman. Sentí que eran mis propios amigos que me necesitaban, aún sin conocerlos. Escribí en Facebook y me contestó Celia -que es oriunda de Marayes, pero vive en Buenos Aires, de todos modos está al tanto de lo que ocurre porque su familia sigue viviendo allí-. Ella me contactó con los integrantes de la Subcomisión del Hincha del Club Peñarol me contaron que estaban haciendo una colecta para llevarles ayuda y no dudé en ofrecerme desde aquí', cuenta impactada desde New Jersey y convencida de que así como a ella la sensibilizó esa realidad lo mismo le ocurrió a los más de 4.980 seguidores de esa página en redes sociales.


Los chicos del club bohemio que en todos estos meses de cuarentena habían realizado ollas populares para dar de comer a los vecinos de su estadio en Chimbas, esta vez se trasladarían con donaciones a Marayes, para eso estaban pidiendo ropa de abrigo, frazadas, calzado, agua mineral y alimentos no perecederos. Cuando Daniela les contó que sus contactos le habían donado el equivalente en dinero para comprar alimentos para varias semanas, no dudaron en sumarla como "socia a la distancia' a su caravana del 13 de junio pasado. Ese día las donaciones fueron bien recibidas y eso motivó que siguieran trabajando juntos por la gente de la zona. De hecho, el fin de semana pasado llegaron a Las Chacras y ahora piensan volver con otras ayudas.


"No solo mis amigos uruguayos, colombianos, de Puerto Rico, entre otras nacionalidades aportaron su colaboración, sino que un viejo amigo sanjuanino de hace 30 años, con un corazón muy grande e interesado en que la gente viva mejor, quiso sumarse con 240 artículos de comida y nylon. Pero nuestro objetivo primordial es que alguien tome conciencia de que la prioridad es que llegue un profesional para la atención médica, que es lo más necesario'', cuenta Daniela que mientras eso ocurra, ya está movilizándose en Estados Unidos para conseguir donaciones para armar botiquines con los elementos básicos para cada una de las viviendas de la zona. También sueña con armar una biblioteca llena de libros y útiles. Y además, está tan entusiasmada que quiere darle forma al grupo de personas que desde allá colaboran con los sanjuaninos. "Estamos convencidos que esa gente necesita que alguien piense en ellos y se ocupe por darles una mano. Esto ha tocado muchos corazones por este lado pero a su vez espero que pueda tocar aun muchos más en San Juan. Estamos muy movilizados por todo esto y yo especialmente siento la obligación de hacer algo. No puedo quedarme con los brazos cruzados', asegura. Quien quiera contactarse puede ingresar en Facebook a Pueblo de Marayes o llamar al teléfono 2645024025 de Mauricio Perona de la Subcomisión del Hincha del Club Peñarol.


Con la camiseta puesta


La verdad que cada historia de gente solidaria en San Juan, moviliza no solo el corazón sino que impacta el número de personas que se dedican a dar una mano en medio de la pandemia. Así cuenta un profesional que no quiere dar a conocer su nombre ni el de sus 12 amigos que se unieron durante la cuarentena para ayudar a los más necesitados. Unidos por el deporte, una pasión que llevan los doce y que, como si fuera poco llevan en su corazón otra pasión, la de ayudar.


Estos doce profesionales, practican deporte de aventura, hace más de 15 años que comparten el gusto por el mountain bike, trekking y las carreras de aventura. Es cierto que el deporte da una vida saludable, pero también enseña en el valor de la amistad y esta historia así lo demuestra. Volviendo al tiempo de cuarentena y sin poder hacer deporte alguno, primero se plantearon como podían ayudar a su amigo el bicicletero. Como los doce dependen de la bici, este señor antes del coronavirus, tenía trabajo de sobra con el mantenimiento que les hacía a las bici. Por lo tanto, cuentan que: "al principio les llevábamos nuestras bicis, aunque no tenían nada que arreglar, solo era para darle algunos pesos y ayudarlo a subsistir, ya que todo se paralizó por las razones que conocemos. Luego, a uno de ellos se le ocurrió comprarle un parripollo, así podría salir adelante con la venta de pollos. Inmediatamente dieron el sí todos, cada uno puso plata y le compraron a su bicicletero la parrilla para que vendiera pollos asados y su amigo bicicletero pudo salir adelante. Pero son inquietos de verdad y también convocantes ya que el mundo del deporte trae muchas amistades. 


El tiempo en cuarentena les sirvió y así continuaron ayudando a más gente. Se enteraron de las necesidades de las escuelas albergues, merenderos y gente carenciada en Jáchal. Así surgió la colaboración con la escuelita de Bauchazeta, uno de ellos conocía a la directora y se puso en contacto para saber las necesidades de los niños y familias del lugar.


¡Manos a la obra!,y otra vez los doce empezaron a movilizarse por otra causa. Convocaron por sus redes sociales, amigos, familiares y personas conocidas para pedirles que los ayuden a juntar indumentaria, alimentos, abrigos, colchones y otros objetos que requerían. Aclaran que "son muy organizados y que cada casa se convirtió en un depósito lleno, gracias al accionar de todos'. La directora les proporcionó los talles, edades, sexo y cantidades. Armaron todos los equipos que pidieron y además cajas con mercaderías, zapatos, ropa de cama, frazadas, colchones, entre otros más. 


Les llevó dos semanas de trabajo armar todo para llevar a la escuelita y al Padre Rómulo Cámpora, en Jáchal. Pero en ese trabajo involucraron a esposas e hijos, amigos que estaban dispuestos a tal tarea. Así llenaron seis camionetas y partieron a destino. Una vez en Jáchal se encontraron solo con el Padre Rómulo y la directora de escuela, como debían guardar el distanciamiento solo entregaron todo lo recolectado. "Es ayudar sin mirar a quien', dice uno de ellos. Pero esto les llena el alma a los aventureros del deporte que continuaron practicando otro deporte, "el solidario'. Y, sin cansancio ya están preparándose en juntar cosas necesarias para ir a principios de agosto a las Sierras de Chávez y Elizondo, Valle Fértil.