Desde hace un tiempo ya que las góndolas de las jugueterías se llenaron de juguetes no sólo para jugar -valga la redundancia- sino además para aprender. Esto si bien puede parecer una obviedad, no lo es. De hecho no es ninguna novedad que desde siempre buena parte de las muñecas, los autitos, robots y rompecabezas, sólo por citar algunos de los objetos que llegan a las manos de los niños para entretenernos, sirvieron para divertirse, encarnar un rol y aprender cuestiones relacionadas con la socialización; pero sí es llamativo cómo muchos juegos y juguetes se convirtieron en herramienta válida para transmitir aspectos cognitivos. Ejemplos, hay miles. Sólo hay que dar una vuelta por los negocios del rubro.
Juegos de preguntas y respuestas no son la única opción para satisfacer necesidades didácticas y pedagógicas. Actualmente y cada vez con mayor frecuencia, se consiguen juegos de memoria, de asociación, inclusive de encastre, de estrategia y hasta de experimentos que tienen como objetivo único enseñar distintos aspectos escolares que no se ciñen a un valor o a la disciplina (saber esperar el turno, saber escuchar, respetar al contrincante, aceptar perder, incorporar límites, ser solidarios, etc.) sino que incluyen a conceptos básicos de lengua, matemática, ciencias naturales y sociales.
"Hay una opción inmensa de juguetes muy interesantes no sólo por su variedad de precios, formas, tamaños, sino especialmente por su funcionalidad y tecnología. Eso sí son válidos siempre y cuando, el adulto tenga en claro que los elige con un objetivo determinado. Entonces, resulta muy beneficioso poner en contacto al niño con juegos de mesa y de reglas sencillos, de manera que pueda ir respetando turnos, aceptando límites, pueda crear sus propias reglas y desarrollar conocimientos. En este último punto se convierten en una herramienta muy atractiva", asegura la licenciada en Psicopedagogía María Gabriela Buigues, quien se ha especializado en ludoeducación en el Centro de Desarrollo Integral del Potencial Humano de la Fundación IDyA.
Por su parte, Jorge Pellicer, propietario de la juguetería Verde Amarello hace su aporte: "los juegos de mesa sirven para aclarar de forma más amigable conceptos que a veces son difíciles de visualizar en la teoría. Por ejemplo, está en boga un dominó de fracciones que sin lugar a dudas facilita el aprendizaje de una noción generalmente muy complicada de explicar, porque por un lado presenta la fracción y por otro, la materializa graficándola. Entonces, el chico para poder jugar tiene que entender e incorporar lo que representa", ejemplifica.
Otro detalle, y no es un aspecto menor, que posibilitan los juegos es poner en práctica el mecanismo del ensayo y del error. "Se puede poner la ficha incorrecta, se puede perder un turno, inclusive se puede salir último en el juego. Pero no pasa nada porque es un juego. En el aprendizaje es bueno tener en cuenta la noción de equivocarse, de probar para volver a aprender", coinciden ambos expertos consultados.
Inclusive Pellicer agrega que con los juegos si bien hay reglas por seguir, se pueden poner nuevas normas o modificarlas según el objetivo perseguido. "Si los chicos son de los primeros grados no habrá que estar tan pendientes del reloj a la hora de contestar, por ejemplo, para descomprimir la presión por la respuesta correcta", agrega.
Un gran atractivo
Para Buigues, es fundamental que la escuela incorpore la "situación lúdica como herramienta pedagógica para el aprendizaje, tal como utiliza libros, computadoras, láminas, etc., que a veces sirven como medios y no como fin en sí mismos. Con los juegos en el aula debería ocurrir lo mismo. El juego en el grado debe servir al docente para acercar al alumno a los diferentes conceptos como una experiencia motivadora, creadora y placentera, planificada con objetivos claros. Pero también deben usarse y mucho en el ámbito familiar para compartir espacios con los adultos, establecer vínculos, miradas, diálogos, sonrisas, desafíos y aprendizajes para la vida especialmente en estos momentos en que en la mayoría de los hogares se hace difícil jugar entre padres e hijos por la realidad laborar o económica. De vez en cuando es bueno detenernos para mirarnos como papás y volver a valorar el tiempo compartido con nuestros hijos", dice.
Inclusive es una forma más entretenida para repasar y estudiar algunos conceptos.
Esta profesional no sólo toma como válidos los juegos que son producto de los avances revolucionarios de la industria del juguete sino que además rescata aquellos juegos más tradicionales. "Las cartas sin querer nos enseñaron los números, como el tejo dibujado en la vereda con la tiza, el tuti-fruti enriquecía nuestro vocabulario al desafiarnos a intentar escribir nuevas palabras para sacar más puntaje. Esos juegos tienen un potencial riquísimo para integrarlos en el proceso de enseñanza-aprendizaje", resume.