Afortunadamente el mundo del vino parece descontracturarse bastante. Ahora todo pasa por entender como se bebe un buen vino en medidas moderadas, más que que por un ritual o por conocimientos excesivos sobre la bebida. Claro está que mientras más información se tiene de algo, más posibilidades de entender y disfrutar existen. Así son las cosas.

Otro de los factores que a veces llevan a la confusión es la diversidad de copas, sacacorchos y accesorios para el vino que hay en el mercado que hacen pensar que se trata de un mundo complicado y solo para expertos. Lejos de eso sólo hace falta tener nociones básicas para ofrecer un buen servicio de vinos tanto en restaurantes como cuando se recibe una visita en casa.

Lo primero será la selección. Si uno no conoce demasiado lo ideal es pensar que si va a comprar un vino blanco sea del último año de elaboración y no más viejo, salvo que la etiqueta indique que tiene un paso por roble y resiste cierta guarda (estos últimos son más caros).

Si se trata de un tinto, verificar si es vino de consumo anual o de guarda, ya que los primeros deben beberse dentro del año y no resisten mucho más tiempo.

Otro detalle a tener en cuenta es la temperatura adecuada. Nada más desagradable que servir un vino caliente, por lo que se aconseja tener los blancos en la heladera el día del servicio, incluso los tintos también durante algunas horas.

Para que los blancos expresen todas sus cualidades deben estar a unos 10 grados de temperatura, mientras que los tintos jóvenes deben tener unos 14 grados y si son de guarda entre 17 y 18 grados.

De todas maneras, durante un verano caluroso, seguro resultará más agradable degustar un vino a menor temperatura que la de una fría noche de invierno.

Una sugerencia es no dudar en pedir una frapera si es necesario en un restaurante si el vino no está a temperatura, aunque si el servicio es bueno no debería ser así, pero la realidad indica que sucede a menudo.

Algunos vinos del año ya vienen con tapa rosca que garantiza cierre hermético sin ningún tipo de ingreso de oxigeno lo que los mantiene en excelentes condiciones. No obstante esta tendencia la mayoría de los vinos todavía vienen con tapones sintéticos y algunos con corcho (sobre todo los de guarda), por lo que es necesario aprender a abrir una botella correctamente.

Esta operación puede hacerse con un cortacápsulas, pero también se puede hacer con la cuchilla que viene incorporada dentro de los sacacorchos, que permiten hacer el corte por debajo del segundo gollete. Luego se introduce la punta del tirabuzón en el centro del corcho, se comienza a gira (es el sacacorchos el que debe girar y no la botella), y si este es de doble impulso todo resulta muy sencillo ya que en dos enviones se abre sin ningún esfuerzo. Tratar de hacer el menor ruido posible.

Otro punto a tener en cuenta es la copa, y si bien esto puede parecer -a ojos de algunos principiantes en el tema-, un detalle, no lo es. Basta con hacer una prueba en una copa común y en otra para vinos (puede ser un copón), y se notará claramente la diferencia de aromas y sabores. Para sorprenderse.

En general hay que elegir una copa que se estreche en la parte superior, para que el vino pueda desplegar sus aromas. Para apreciar el color elegir una copa de cristal lo más fino posible, liso y transparente cuyo pie sea lo suficientemente largo como para que se la pueda sostener sin tocar el cáliz.

Si bien en la actualidad, existe un tipo de copa para cada estilo de vino y son realmente extraordinarias, tampoco es cuestión de complicarse la vida, sólo elegir una buena.

Al momento de servir el vino, si éste es tinto, hay que tener en cuenta que la copa sólo se llena dos tercios de su capacidad y si es blanco, un poco menos, para que no aumente la temperatura del vino en la copa.