Las cifras hablan por si solas. Actualmente un 60 por ciento de los clientes que acuden a realizarse un procedimiento de modificación corporal (tatuaje o piercing) son chicos de entre 13 y 17 años, y esta cifra va en aumento año a año.
Emanuel Abadía, propietario de "Funky Multiespacio" negocio especializado en el rubro desde hace 15 años, cuenta que es notable el aumento de adolescentes que diariamente asisten al local para hacerse un piercing o un tatoo.
Y lo que motiva a estos jóvenes a realizarse estas modificaciones es destacable. Hay un grupo que lo hace porque alguno de sus padres o ambos tienen tatuajes o piercings, y ellos quieren "imitarlos", otro grupo lo hace por admiración a un artista que los tiene, y otro segmento, quizá el más complejo quiere tenerlos no porque les gustan, sino porque se usa, sus amistades lo tienen y está de moda.
Esto abre un debate sobre hasta que punto un menor de edad es realmente conciente de lo que una modificación corporal implica.
Especialmente los piercings faciales son cambios importantes, porque se cambia la apariencia, y esto genera una repercusión social para la que hay que estar preparado. Por otra parte es un procedimiento que tiene sus riesgos si no se toman seriamente la realización y la higiene, y los cuidados posteriores, y muchas veces la edad juega en contra de estos puntos esenciales.
"Vemos muchos chicos que llegan con piercing caseros mal hechos y tienen que venir acá para que se los arreglemos, llegan con perforaciones torcidas, infectadas, mal cicatrizadas y mal tratadas, incluso hay casos donde se han hecho con amigos un piercing para colocarse un expansor, pero en lugar del aro expansor se colocaron capuchones de lapicera o marcadores cortados", narra Abadía.
En cuanto a las modificaciones preferidas por los adolescentes están los piercing de oreja, labio, mentón u ombligo (especialmente en el verano), o expansores de lóbulos, seguida por los tatuajes básicos (no más de 5 centímetros), con diseños ya sea de nombres, letras, corazones o alitas. Hay un porcentaje pequeño, de no más de 10 chicos por mes que apuestan por perforaciones más extremas como las "microdermas" (se hace con bisturí y queda una sección dentro de la piel y otra con un perno por fuera, donde se coloca un accesorio) o el "surface" (aro que atraviesa la piel por debajo con un flexor con dos puntas, en las cuales luego se aplican los accesorios).
La continua demanda ha hecho que los locales donde realizan estas tareas deban extremarse las medidas de control para evitar problemas. "Nosotros exigimos que vengan acompañados por uno de los padres o con una autorización firmada por ellos", explica Emanuel.
Y a pesar de eso siempre hay lugar para inconvenientes. Si llevan un papel escrito deben dar el teléfono de los padres, para que antes de realizar el procedimiento se comuniquen con ellos para chequear que el permiso está realmente dado.
"Muchos chicos hacen lo que sea por ponerse un piercing o hacerse un tatuaje, algunos hasta llegan a pretender pagarle a un adulto que ven afuera para que diga que es su mamá o papá", relata Emanuel.
Por eso el conocimiento en el rubro y hasta "espiar" a los chicos resulta válido para los tatuadores o perforadores, que a veces llegan a hacer llamadas que tienen más que ver con un informe periodístico que con una llamada de rutina, o a poner en juego mil artimañas para asegurarse que "ese adulto" es realmente un progenitor del potencial pequeño cliente.
"Normalmente los acompañan las madres, que se pueden clasificar en 5 grupos: las que vienen a escuchar como hay que cuidar el tatuaje o el piercing pero se quedan afuera; las que controlan que el hijo no se desmaye; las que hacen las preguntas que el chico no haría; la que observa todo el proceso sin hablar, y la que pregunta, aconseja, mira y cuida de cerca que su hijo no sufra", relata Emanuel.
Y si se habla de familia en muchas ocasiones 3 son multitud, especialmente en los casos de los padres separados "Hay chicos que vienen con ambos padres, y uno de ellos no quiere que el chico se haga nada, entonces comienzan a discutir en el local, y se arman batallas campales, porque no se ponen de acuerdo", comenta el especialista.
Por eso siempre se aconseja que estos debates se realicen primero en casa y que ambos padres estén de acuerdo con el procedimiento, aunque sólo uno venga a acompañar al menor.
Otro tema controversial es la escuela, ya que en muchas no aceptan este tipo de ornamentaciones. Si eso sucede los chicos optan por ocultarlos con curitas.
Lo cierto es que prohibir suele resultar contraproducente, ya que en el peor de los casos recurren a amigos o a su propias manos para realizarse un piercing. Si los padres aceptan la petición del chico lo aconsejable es acompañar durante todo el proceso, sabiendo que una perforación o un tatuaje no siempre es el inicio de otras.

