Quien no sufrió en carne propia un jefe o un superior que le amargue la vida, o lo que es peor le quite el estímulo para seguir trabajando o lo oprima. Quien alguna vez no señaló a algún funcionario público de exceder sus límites en clara alusión a su poderío. En fin, situaciones cotidianas que hacen pensar sobre cuáles son las causas por las cuales algunas personas que ocupan determinados puestos de trabajo desmerezcan a quienes los rodean u ostenten conductas avasallantes. ¿El poder enferma, es adictivo, es peligroso?, ¿Cuando se asumen ciertas funciones, se deja de lado la lealtad, la ideología, el respeto?. Preguntas no tan difíciles de responder como de cambiar.
Hay diferentes casos que muestran las razones por las cuales las personas "se enferman de poder”. Uno de ellos es cuando alguien llega a un cargo superior casi sin proponérselo. En este sentido, Daniel Castro, psicólogo especializado en conducción gerencial, explica que "se puede decir que hay puestos de trabajo en los que una persona ejerce mayor despliegue de poder en relación a las decisiones que debe tomar, como por ejemplo la gerencia en recursos humanos o comerciales, son lugares de mayor soledad porque se deben tomar decisiones aún cuando responden a estamentos o a personas de la empresa o institución a la que representan. Por un lado, puede suceder que esa persona no cuente con los medios, las capacidades y las competencias que hacen falta para hacerse cargo de esa función sino que ha llegado allí por una falla en la institución, o porque ésta prefiere ese tipo de perfil para ese puesto. Entonces podemos pensar que si llegó y no tiene las competencias, el cargo lo enferma. Es entonces cuando esos individuos asumen situaciones de mayor control, asumen posturas despóticas y autoritarias por miedo a la perdida de control. En definitiva el cargo los supera".
Por otro lado, está el típico "trepador", aquel que tiene tanto hambre de poder que no duda en cortar cabezas o usar cualquier medio para justificar su ansiado fin. "En este caso ya es portador de una enfermedad y usa todos sus recursos para estar en lugares decisivos", indica el psicólogo.
Por estas causas y para evitar contar con personas que no tengan las capacidades necesarias para ocupar determinados puestos de conducción, es que la tendencia actual de algunas empresas (aunque cabe destacar que tiene años sin ser aplicada o tenida en cuenta), es seleccionar líderes para crear ambientes de trabajo pro activos en los que los empleados se sientan cómodos y por ende produzcan más y mejor. Algo nada sencillo de conseguir, pero no imposible en el ámbito empresario o institucional, porque en el caso de la política se debe marcar un párrafo aparte.
Luis Gilberto Martín, psiquiatra explica que "hay personas a las que el poder los dignifica y otros a quienes los destruye. El poder varía según el lugar donde esté ubicada esa persona y el manejo que haga de él. Personalmente, sin basarme en ningún libro, pienso que el hambre de poder es la pérdida de los valores que tiene el individuo, todo pasa por la honestidad. Toda persona que sube a un puesto de poder no lo quiere perder porque quiere ganar más dinero y lo único que piensa es en salvarse, en mandar a sus hijos a una escuela privada, en vivir en un barrio privado, y en este sentido hay que ver que todo tiene que ver con todo, porque antes las escuelas públicas eran fantásticas y ahora no, tampoco hay seguridad y la gente quiere estar resguardada. Esto es como un plan organizado para destruirnos como país, y los hombres tratan de salvarse como pueden. El que sube al poder no se corrompe, lo corrompen, si no se tiene que ir".
Entre los múltiples factores que afectan psicológicamente a las personas que llegan a ciertos puestos gerenciales o jefaturas está aquella en la que una vez que le concedieron el "puesto deseado”, el superior o dueño lo descalifica delante de los empleados. En este caso "ese jefe o gerente empieza a volverse un déspota para mantener el poder. Ese doble discurso institucional también puede enfermar y no porque el líder sea malo si no porque no contó con un lugar de reconocimiento”.
Ahora las compañías buscan seleccionar personal, capacitarlo y también premiar, pero de modo diferente a lo que se hacía antes cuando ese premio sólo pasaba por un ascenso o un aumento de sueldo.
"Yo no soy partidario de que las empresas premien con un ascenso. No hay nada mejor que las personas se desarrollen a través de capacitaciones, aumentos de sueldo sin necesidad de ocupar ciertos puestos, porque a veces ascender a alguien es arruinarlo porque no está capacitado para esa función. El cargo enferma cuando no se tienen las competencias por eso se hace cada vez más necesario una buena selección de personal para conocer que cargos deben ocupar. Todo dependerá de lo que la empresa necesita. Si una institución promueve a las personas solo ascendiendolas, es esa misma institución la que desacredita o enferma el perfil cuando se da algo para lo cual esa persona no está capacitada”, dice Castro.
Las empresas modernas, en cambio, buscan modificaciones en sus diferentes estamentos, aspiran a que los cargos estén ocupados por gente con cualidades para liderar, que sean capaces de crear un buen clima de trabajo. "Si se tiene un mal líder nadie se pone la camiseta", agrega el psicólogo.
Uno de los puntos más preocupantes de este tema son los llamados "trepadores", ya que son las personas que denodadamente buscan un cargo determinado. Este tipo de individuos no busca la plata sino el poder.
"En este caso hay una característica interna, enferma de la persona que cuando estaba abajo no se vio porque no tenía que decidir sobre otros. Son personas con alto nivel de inseguridad, de faltas afectivas y el poder les permite compensar estas faltas internas. Eso provoca que asuman posturas despóticas o tiránicas para sostener el poder en el lugar del afecto. Los poderosos mas despóticos de la historia no han sido aquellos a quienes les ha importado más el dinero sino el poder porque éste compensa las faltas internas”, agrega Castro.
En función de todo lo dicho es que actualmente se trata de retomar el concepto de que un buen líder es quien puede ser capaz de servir al otro, es quien piensa que puede dar para que el otro haga mejor su tarea y quien tiene mejor puesta la camiseta del grupo. Una persona ejemplar que disponga a las otras personas para que acerquen ideas, propongan cosas y entiendan que cada uno ocupa el cargo que mejor puede desempeñar. Si el líder es pro activo el empleado también.
